“El
venado herido”. Frida Kahlo, 1946.
“Si alguno pecare con la mujer de otro, o cometiere
adulterio con la que está casada con su prójimo, mueran sin remisión, así el
adúltero como la adultera” (Levítico 20:10)
Uno de los temas que desde
siempre más han abundado en la literatura universal es el relativo al
adulterio, considerado como la infidelidad que se deriva de la unión sexual de
una persona casada con otra persona que no es su pareja. Han sido muchas las
relaciones que han tenido un final amargo a consecuencia de la infidelidad de
uno o del otro, pues el adulterio constituye en cierta medida un atentado a la
dignidad de quien la sufre.
Algunos pasajes de la Biblia
nos recuerdan la prohibición en ese sentido. “No cometerás adulterio”. (Éxodo 20:14). “Si alguno pecare con la mujer de otro, o cometiere adulterio con la
que está casada con su prójimo, mueran sin remisión, así el adúltero como la
adultera.” (Levítico 20:10). “Habéis oído que se dijo
a vuestros mayores: No cometerás adulterio”.
(Mateo 5:27).
En
un relato novelado sobre Cicerón en medio de las tantas intrigas que había en
la Roma de esa época y asediado por las presiones del emperador y las
instancias de sus amigos para que lo enfrentara, cuando encontró a su mujer
acostada en la cama con el emperador y dándose cuenta que su situación se
tornaba muy difícil, exclamó:
“Contra la alquimia de dos cuerpos desnudos en
una cama, en la oscuridad, contra el complejo entramado de deseos y compromisos
que implicaba semejante intimidad, no tenía nada con lo que luchar”. (Robert
Harris, Conspiración, pág. 426).
Otro
triángulo famoso en cuanto a relación sentimental giró en torno a Enrique VIII,
Catalina de Aragón y Ana Bolena. Enrique VIII, rey de Inglaterra, luego de la
muerte de su hermano Arturo, contrajo matrimonio en primeras nupcias, con la
viuda de éste, Catalina de Aragón, hija del rey Fernando y de la reina Isabel
de España, naciendo así para Enrique la esperanza de un heredero varón que
asegurara la continuidad de su dinastía, esperanza que al transcurrir el tiempo
se desvanecía, lo que unido a su enamoramiento, lo condujo a una propuesta
matrimonial a Ana Bolena. Pero era necesario que antes el Papa Clemente VII
anulara el matrimonio con Catalina de Aragón, a lo que este se negó, pero que
sí obtuvo del arzobispo de Canterbury, Thomas Crammer, originándose así el
rompimiento con la iglesia de Roma, luego que el Parlamento aprobara el acta de
Supremacía que estableció la independencia de la iglesia anglicana bajo la
soberanía del rey.
La suerte de
Ana Bolena estaba echada desde que no pudo concederle un varón al rey. No sólo
fue acusada de adulterio, sino ejecutada. Igual suerte corrió la quinta esposa
de Enrique VIII, Catalina Howard. La verdad que su majestad tenía una fórmula
bastante drástica de romper el vínculo matrimonial. Ana Bolena es popularmente
conocida por haber sido decapitada bajo acusación de adulterio, incesto y
traición.
Otra obra
que nos narra las aventuras amorosas del pasado fue la novela publicada en 1782
por Pierre Choderlos de Laclos que tiene como principales protagonistas a la
marquesa de Merteuil y al vizconde de Valmont. La marquesa de Merteuil es una
viuda depravada que sabe encubrir su mala conducta; ha mantenido relaciones de
amistad con el vizconde de Valmont, su ex amante, seductor de profesión.
Sobre
el extraordinario político francés
Talleryrand se cuenta que en una ocasión
habiéndose enterado Napoleón de que Madame de Talleyrand era amante del Duque
de San Carlos, con el propósito de herir al Talleyrand, le preguntó un día en
un tono muy descompuesto: “¿Por qué no me
dijisteis antes que el Duque de San Carlos era el amante de vuestra mujer?”. A lo que el obispo
contestó que según creía era de lo menos que debería hablar para salvaguardar
el honor propio así el del Emperador. Vale añadir que eran muy conocidas las
infidelidades tanto de Josefina hacia Napoleón como de este hacia ella.
Talleyrand fue amante de su
sobrina política, así como de la madre de ésta. Cuando murió su esposa Madame Grand, con quien se había casado en el
año 1802, luego de haber obtenido la dispensa papal y sin duda debido a la
presión que ejercía en ese sentido Napoleón, a quien le dio su apellido, más no
así su corazón, dijo lo siguiente: “Eso
simplifica mi situación”. Algunos de sus biógrafos consideran que con esta
expresión se refería a que se liberaba del pago de una generosa renta que le
pasaba a su esposa, pero que también tuviera en cuenta que lo más importante
era que había dejado de ser un clérigo casado.
Entre los miembros de la
comisión que asistió al Congreso de Viena del año 1814, se encontraba una
persona a quien Talleyrand había incluido, cuya madre había sido su amante, que
era Madame la Comtesse Edmond de Périgord, esposa de su sobrino, quien tenía
para esa época 21 años de edad y Talleyrand tenía 60. De ahí surgió una
relación de amor que duró toda la vida.
Napoleón y Josefina no escaparon a los escándalos
propios del adulterio. Ya se habían casado cuando Napoleón fue coronado
emperador el 2 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre Dame, en París. Las desavenencias
comenzaron debido a las infidelidades de Napoleón, alimentadas por la
frustración de no darle un hijo. La falta de hijos en matrimonio determinó a
Napoleón, inducido por Talleyrand, a divorciarse en 1809 para contraer nuevo
matrimonio en 1810 con María Luisa, archiduquesa de Austria e hija del
emperador Francisco I de Austria, perteneciente a la casa de Habsburgo. Con
este enlace vinculaba su dinastía a la más antigua de las casas reales de
Europa.
Cuando el rey regente
don Juan de Braganza, Juan IV, y la realeza portugués se trasladó a Brasil a
consecuencia de la invasión de las huestes de Napoleón, se pensó que las
relaciones adúlteras de su esposa Carlota Joaquina Teresa de Borbón y Borbón-Parma
terminarían, parece que el calor del trópico y la desatención de su marido, la
alimentaron. Pero también el hijo de ambos, Pedro, futuro emperador y propulsor
de la independencia de Brasil, se convirtió en un amante furtivo de más de una.
Las
relaciones de Frida Kahlo y Diego Rivera no estuvieron a salvo de las
infidelidades. La infidelidad de Diego
Rivera hacia su esposa Frida Kahlo era de público conocimiento, pero donde se
rebosó la taza fue cuando ella lo sorprendió haciendo el amor con su hermana
menor. Él para justificarse le dijo: Diego: - "Es que yo pensé que eras
tú amor" - Frida: - "Claro, ¿no se te hizo raro sentir
piel tersa, axilas depiladas y un cuerpo de 15 años? Cabrón, te dejaría si no
fueras tan sexy" -. Se llegó a representar como una venadita
en “El
venado herido”. Frida Kahlo, 1946.
En nuestro
país, el recio intelectual dominicano Andrés L. Mateo puso recientemente en circulación
otra edición de su éxito “La violinista
Adúltera”. De esa obra el periódico digital Acento.com.do
en ocasión de su puesta en circulación nos dice: “Luego Mateo recordó que el germen de esta novela nació en su
adolescencia al presenciar cómo la vida de hombre “se transformó por completo
al convertirse en la comidilla del barrio y objeto de murmuraciones”, porque su
esposa salía cada tarde con un violín y no se sabía adónde iba ni lo que hacía
con el violín”.
Todos recordamos el
vallenato, aquel ritmo colombiano que se burlaba de aquel que fue víctima de
adulterio, con el título El Santo Cachón, interpretado por Los Embajadores del
Vallenato.
En la República Dominicana
antes de la vigencia de la ley 24-97, denominada Ley contra la Violencia
Familiar, el adulterio se encontraba penalmente sancionado, tanto en cuanto al
hombre como a la mujer, pero con la diferencia que la relación adultera de la
mujer era sancionada en cualquier lugar en que se cometiera, mientras que con
respecto al marido solamente lo era si la relación sexual se realizaba en el
mismo lugar conyugal. Pero se exigía que la prueba del adulterio fuera
fehaciente en cuanto a la relación sexual. Se consideraba que no bastaban la
simple infidelidad o caricias sexuales.
Muchos tenían la creencia de
que el cónyuge que sorprendía al otro cometiendo un acto de adulterio y le
ocasionaba la muerte, se liberaba del delito de homicidio o de asesinato, según
el caso; sin embargo, esa circunstancia no constituía una causa de absolución,
sino una circunstancia atenuante. Es así como lo reconoció la Suprema Corte de
Justicia, cuando dijo: “que, por
consiguiente, la excusa prevista en el citado artículo 324, sobre homicidio
contra el cónyuge sorprendido en adulterio flagrante, vigente en el tiempo de
ocurrencia de la especie, es de naturaleza atenuante y no absolutoria, como
erradamente entendió la Corte a-qua; en consecuencia, procede declarar con
lugar el recurso de casación contra la sentencia impugnada y ordenar la
celebración total de un nuevo juicio para realizar una nueva valoración de las
pruebas”. (http://www.suprema.gov.do/sentscj/sentencia.asp?B1=VR&llave=113630001).
A partir del año 1997 el
adulterio se despenalizó al modificarse el artículo 336 del Código Penal
dominicano, al tenor de lo dispuesto por el artículo 9 de la referida ley
24-97. Sin embargo, se mantuvo como una causa de divorcio al tenor de lo
dispuesto por el artículo 2, literal d) de la ley núm. 1306-bis, sobre
Divorcio, cuando dispone “Art. 2. Las
causas de divorcio son: … d) El adulterio de cualquiera de los cónyuges”.
Decisiones relacionadas con el adulterio y el divorcio se pueden ver en
www.suprema.gov.do.
Lo felicito por sus aportes. Desde San José de Ocoa RAÚL ORTÍZ.
ResponderEliminarLo felicito por sus aportes. Desde San José de Ocoa RAÚL ORTÍZ.
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