sábado, 22 de diciembre de 2012

"PADRE LUIS QUINN: Sacerdote ante todo"


Palabras del Dr. Jorge A. Subero Isa en la puesta en circulación de la obra de autoría de 
Autoría del Padre Julián




He tenido a través de los tiempos la dicha de presentar muchos libros sobre diferentes tópicos, pero nunca había tenido la oportunidad de presentar un libro escrito por un sacerdote, no sobre la vida de otro sacerdote, sino sobre la obra de ese sacerdote.

Ya  afirmaba en días pasados a propósito de la puesta en circulación de un libro sobre la dignidad humana que cuando un amigo le encomienda a otro la tarea de presentar una obra, principalmente cuando ella consiste en la puesta en circulación de un libro, le está ocasionando un triple problema consistente en lo difícil que resulta separar el amigo, el autor y el libro mismo.

El amigo es aquella persona por quien sentimos afectos y en quien depositamos la confianza necesaria para confiarle muchas veces secretos que lo tornan cómplice de ciertos acontecimientos. Por eso no hay nada que cause más indignación cuando esa confianza no es correspondida en la misma medida en que fue depositada. La palabra amigo fue inventada con la finalidad de que en determinados momentos nos acordemos que hay una persona que se llama así; a quien podemos acudir sin esperar que nos llamen cuantas veces las circunstancias lo demanden. Como dijo el poeta, el amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar que le llamen.

Pero en esta ocasión el problema para mí adquiere matices diferentes a los que me correspondió en aquella ocasión, pues aunque se trata de un amigo, se trata más, de un ser humano extraordinario, que sin mezquindades, tan propias de nuestra época, es capaz de decir sobre el protagonista de la obra lo siguiente:

 “Al pensar en él, al meditarlo a través del recuerdo y bajo la influencia de sus obras, lo veo alzarse, alto y fuerte como una montaña; prometedor como un camino muy ancho; blando y acogedor como un regazo; iluminado de infinito en una perspectiva sin limitaciones”.

Durante algunos años me unen estrechos vínculos con el convocante a este acto, que se traducen en amistad y en admiración, y por vía de consecuencia, me siento su amigo, pero también parte de su rebaño. Ese amigo es el reverendo padre Nimio Hernández Reinoso, conocido por la grey como el Padre Julián.

El autor, por su parte, es quien ha desarrollado todo su intelecto para producir una obra que está destinada no solamente al amigo, también al adversario, y a toda la sociedad quien finalmente la juzgará con un rigor que los jueces humanos no conocen.

El autor de la obra que hoy presentamos es una persona dotada de una recia personalidad, comprometido con la sociedad, y sobre todas las cosas humildes como son los sabios, quienes han sido los forjadores de la humanidad. Nacido en Villa Altagracia un 12 agosto de 1966, Dios le había trazado el camino para conducirlo a otro pueblo donde sus fiestas patronales también son en honor a la Virgen de la Altagracia, como una forma de que la Virgen lo siguiera cubriendo con su manto, y no añorara tanto la partida de su lugar de origen. Llegó a San José de Ocoa,  cuando el frío de las montañas descendía sobre el pueblo. Lo hizo en las Navidades, en la segunda quincena del mes de diciembre de 2004, sin haberse ordenado sacerdote todavía, pues esto aconteció el 14 de mayo de 2005, en su pueblo natal. Ese autor es el Padre Julián.

El libro es el fruto final de un esfuerzo que ha llevado al autor a transitar agotadoras horas de estudios e investigaciones con la finalidad de satisfacer primero, las inquietudes de su autor, y posteriormente, las necesidades de una sociedad determinada. Pero en este caso la obra que presentamos sobre todas las cosas lo que persigue es perpetuar la obra del protagonista de la misma. Y esto tiene mucha importancia, porque muchas veces las grandes obras realizadas por los seres humanos se pierden por no haberse plasmado en un libro. A la obra que nos referimos es “Padre Luis Quinn, Sacerdote ante todo”.

El libro tiene un poder tan inmenso que acaba primero la vida del amigo y de su propio autor, mientras él sobrevive todavía más allá del Cementerio de los  Libros Olvidados de que nos habla Carlos Ruiz Zafón, pues alguien irá a ese cementerio a rescatarlo, como lo hizo Daniel Sempere acompañado de su padre en La Sombra del Viento.

Hay obras literarias que a través de la historia les deben su éxito a la personalidad de sus autores. Hay otras que por el contrario adquieren más valor que el propio autor que la escribió. 

Posiblemente Helena de Troya hubiese pasado desapercibida en la historia si Homero no recoge su rapto en sus poemas épicos. El Aleph alcanzó su fama de manos de su autor, el argentino Jorge Luis Borges. Quizás el General en su Laberinto, de Gabriel García Márquez no hubiese alcanzado el éxito tan rotundo si no hubiese sido por la internacionalización que su autor le imprimió a la obra.

O tal el caso del coronel Chabert, de no haber sido por la obra del mismo nombre de Honoré de Balzac. Aquel coronel que luego de haber sido dado por muerto en la batalla de Eylau regresa y encuentra a su esposa casada con otro hombre, cuando al final del cuento su  abogado Derville, dirigiéndose a Godeschal le dice:

“—¡Qué destino! exclamó Derville. Salido del hospicio de niños, vuelve á morir al hospicio de ancianos, después de haber ayudado en el intervalo á Napoleón a conquistar Egipto y Europa. ¿Sabe usted, querido mío, repuso Derville después de una pausa, que existen en nuestra sociedad tres seres, el sacerdote, el médico y el hombre de justicia que no pueden estimar el mundo? Usan hábitos negros, sin duda porque llevan luto por todas las virtudes y por todas las ilusiones. Pero el más desgraciado de los tres es el procurador (Abogado, Jasi). Cuando el hombre va á buscar al sacerdote, lo hace impulsado por el arrepentimiento, por los remordimientos por creencias que le hacen interesante, que le engrandecen y que consuelan el alma del mediador, cuya labor no deja de ser agradable, pues tiende á purificar, á reparar y á reconciliar. Pero nosotros los abogados vemos siempre repetirse los mismos malos sentimientos, sin que nada los corrija, y nuestros estudios son sumideros que no es posible sanear. ¡Cuántas cosas no he aprendido yo ejerciendo mi profesión! Yo he visto morir á un padre en un granero sin medio alguno de subsistencia, abandonado por dos hijos a los que había dado cuarenta mil francos de renta. Yo he visto quemar testamentos; yo he visto madres despojando de lo suyo á sus hijos, maridos robando a sus mujeres y mujeres matando á sus maridos, sirviéndose del amor que les inspiraban para volverles locos o imbéciles, á fin de vivir en paz con un amante. He visto madres que daban todos los gustos al hijo habido en el primer matrimonio, para acarrearle la muerte y poder enriquecer al hijo del amor. No puedo decirle a usted todo lo que he visto, pues he presenciado crímenes contra los cuales es impotente la justicia. Todos los horrores que los novelistas creen inventar están siempre muy por debajo.

Otras obras literarias, por el contrario, han sido la catapulta que han lanzado a la fama a sus autores. Tal es el caso de Miguel de Cervantes Saavedra quien adquirió su fama a partir de la publicación de su monumental obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Antes de Cervantes escribir esa obra había estado preso por evasión de impuestos. En un relato un poco novelado del escritor español Amós Milton, refiriéndose a  Cervantes, nos dice que en una ocasión dijo:

“He sufrido prisión por deudas a la corona pero que yo sepa, ni el Rey ni ningún personaje de su corte ni de la administración ha ido a la cárcel tras la última quiebra de la hacienda real. Y ahí sí que se han dejado deudas a pobres diablos”.

Un jurista y médico árabe de Bagdad, llamado  Abad al-Latif decía:

“Os recomiendo que no aprendáis sin ayuda vuestras ciencias de los libros, aunque confíes en vuestra capacidad de comprensión. Buscad a los profesores en cada ciencia que intentéis adquirir; y si vuestro profesor tiene un saber limitado tomad todo lo que pueda ofrecer, hasta encontrar otro mejor que él. Debéis venerarlo y respetarlo (…). Al leer un libro, esforzaos todo lo posible para aprenderlo de memoria y asimilar su sentido. Imaginad que el libro desapareció y que podéis prescindir de él, sin que os afecte su pérdida (…). Uno debe leer relatos, estudiar biografías y conocer las experiencias de las naciones. De este modo, será como si en el breve lapso de su vida él hubiese vivido contemporáneamente con pueblos del pasado, mantuviese con ellos una relación íntima y conociera las virtudes y los defectos de cada uno (…). Debéis moderar vuestra conducta según la de los primeros musulmanes. Por lo tanto, leed la biografía del Profeta, estudiad sus hechos y sus pensamientos, seguid sus pasos y haced cuanto podías para imitarlo (…). Debéis desconfiar a menudo de vuestra propia naturaleza; en lugar de tener buena opinión de ella, someted vuestros pensamientos a los hombres de saber y a sus obras, procediendo con cautela y evitando el apremio (…). Quien no ha soportado el esfuerzo del estudio no podrá saborear la alegría del conocimiento (…). Cuando hayáis completado vuestro estudio y vuestra reflexión, ocupad vuestra lengua con la mención del nombre de Dios, y elevad Sus alabanzas (…). No os quejéis si el mundo os da la espalda, pues os distraerá de la adquisición de excelentes cualidades (…). Sabe que el conocimiento deja una huella y un perfume que proclama a su poseedor; un rayo de luz y brillo que lo envuelve y lo destaca (…)”.

Es verdad que no podemos cambiar el mundo, pero también es verdad que sí podemos cambiar a la gente, principalmente a aquellos que nos rodean, pero es preciso que nos forjemos una idea de lo que pretendemos ser para llegar a una meta. El Padre Luis tenía muy claro su meta para lo cual había trazado su mapa mental. El sabía hacia donde iba y lo que quería.

Lo que mejor refleja lo que expresamos es el relato del escultor de un bloque de granito que estando en plena faena recibió la visita de un niño y éste le preguntó qué estaba buscando y el escultor le dijo espera y verás. Luego de varios días el niño volvió y encontró que el escultor había esculpido un hermoso caballo del bloque de granito. El niño sorprendido le preguntó ¿cómo supiste que el caballo estaba ahí dentro del bloque de granito? Lógicamente, el escultor había visto la forma del caballo en el bloque de granito, mucho antes de esculpirlo.

La vida y obra del Padre Luis no cabe en un libro, pues como ocurre con los grandes seres humanos nunca terminan de recogerse, apareciendo cada día nuevos acontecimientos que nos hablan de la grandeza de ellos. En nuestro lar nativo siempre hemos tenido la dicha de contar con grandes párrocos, por lo que no podemos decir como dijera en una ocasión Napoleón que él había encontrado la corona de Francia en el suelo y la levantó con la punta de su espada.

A su llegada a nuestro pueblo la corona de la Iglesia no se encontraba en el suelo, sin embargo, con la fuerza de su espíritu, con la fortaleza de sus brazos y con la fe en Dios transformó el modo en que sus ovejas estuvieran  más cerca de Dios. Considero que nos acercó más a Dios a través de la meditación que de la propia oración. Leí recientemente en una obra que la oración es el acto de hablar con Dios mientras que la meditación es el escuchar.

 A medida que pasa el tiempo más apreciamos el valor de aquella expresión que escuché en una ocasión: Sin la sombra ignoraríamos el valor de la luz. Pero no fue necesario conocer la sombra que nos cubrió con su partida  para que en vida los ocoeños valorásemos su grandiosa obra. Su luz nos ilumina desde el infinito cada día con mayor intensidad.

No acierto recordar si alguna vez lo vi con el color del pelo propio de la adolescencia. Sí cuando el cúmulo de cariño y abnegación había tintado de blanco su cabello, como las almas puras.

Murió a una  edad que no se compadecía con deseo de vivir para seguir sirviendo a los demás. No murió a la edad en la que como decía Talleryrand: Parece que después de los ochenta años todos los contemporáneos son amigos”. Pero vivió lo suficiente para dejar su impronta imperecedera sobre la faz de San José de Ocoa. Murió a la edad en que los mayores comprenden muchas cosas que los jóvenes no comprenden. Es lo que decía el mismo político francés citado anteriormente, quien justificaba que los jóvenes no comprendieran ciertos acontecimientos dijo: “Ah que vous ete jeune et que vous ete femme”. 

El Padre Luis debió de haber durado más tiempo con vida física, pero es como nos dice Javier  María: NADA DURA LO BASTANTE: Nada dura lo bastante porque todo se acaba, y una vez acabado resulta que nunca fue bastante, aunque durara cien años. 

Cuando murió mi tío Tony, dije, luego lo repitió Món Baéz y así se recoge en esta obra, que entre ellos había una compenetración tan estrecha que en ocasiones no se sabía quién era confesor y quien era el confesado. La muerte de mi tío Tony fue un fuerte golpe para el Padre Luis.

“Padre Luis Quinn, Sacerdote ante Todo” no es una biografía, tampoco es un una antología, es una obra con características enciclopédicas más que la vida misma, es sobre la obra del Padre Luis.

La misma está estructurada en 529 páginas, que contiene un Prólogo escrito por el licenciado Juan Ramón Báez, el fraterno y querido Mon, quien nos dice:

“La identidad del Padre Luis-Ocoa se ponía de manifiesto cuantas veces afloraba algún problema de cierta importancia, fuera en el plano personal o sea en el plano colectivo. Se le buscaba, se le llamaba, se le reclamaba; de día, de noche, a todas horas; por teléfono, personalmente, comoquiera; ya sea para pedir un consejo familiar, para ir a buscar una parturienta en una loma y llevarla al hospital; ora para dar una misa o hacer un bautizo, o para buscar los medios de curar a alguien que no tenía con qué; sea para que buscara el técnico que debía salvar la cosecha de algún campesino, a punto de perderse, o para que proporcionara los terrenos donde debería ser instalados los transformadores de la CDE; para que gestionara la construcción de un acueducto o para que gestione el alojamiento de los militares que iban a construir los gaviones que evitarán el arrase de tierras y propiedades; para que se construyera un local escolar, una casa familiar, o para que… bueno, prácticamente para todo”.

En otra parte del mismo Prólogo nos  dice el licenciado Báez que el Padre Luis no solamente pedía recursos para la construcción de obras, sino que llegó a presentarse en público como cantante, y hasta grabó canciones que se difundieron por todo el país, acompañándose el mismo con la guitarra. Y agrega el prologuista, que el Padre Luis tuvo sus detractores, pues irradiaba demasiada luz para no causar envidia. Sobre todo en una sociedad tan mezquina como la que vivimos.

En la Introducción el propio autor nos explica los motivos que tuvo para escribir esa obra y al respecto nos dice que:

“La ausencia de un escrito sustentado de la vida pastoral de un hombre dedicado a la misión pastoral, de un sacerdote entregado a la evangelización, que se dio todo por el todo a un pueblo y dejar su tierra para enclavarse en la cima de las montañas de San José de Ocoa, es el motivo por el cual me he atrevido a organizar algunas ideas sobre la historia de esta leyenda, que por más de 40 años vivió en el corazón del pueblo dominicano”.

En otra parte de la Introducción el autor nos dice:
“Se empeñó en hacer bueno al que se apartaba de los caminos de Dios, en conducir al hombre mediante un constante esfuerzo hacia la perfección o, por lo menos, hacia el mejoramiento”.

Como una manera de ir ambientando al lector en el lugar donde Dios le tendría reservado al Padre Luis su gran misión pastoral, el autor de la obra le dedica unas cuantas páginas para conocer un poco a San José de Ocoa.

La obra se encuentra dividida en capítulos y apéndices. En el primer capítulo nos narra su experiencia en la parroquia de San José de Ocoa; en el segundo lo denomina Padre Luis Quinn: Su labor y desarrollo en San José de Ocoa; en el tercero, nos relata el fallecimiento del Padre Luis Quinn Cassidy; en el cuarto nos trae interesantes opiniones y testimonios sobre la vida del Padre Luis, y en el quinto, recoge las homilías en el novenario del Padre Luis Quinn.

Sus apéndices le dan un valor agregado a la obra, pues a través de ellos logramos conocer más de la grandiosa obra de ese consagrado hombre lleno de bondad y buena voluntad. En un primer apéndice nos ofrece una prueba documental; en un segundo apéndice los reconocimientos a su labor; en el tercero lo dedica a las reseñas periodísticas sobre el Padre Luis, y el último apéndice contiene un álbum fotográfico, como mejor evidencia de la gran obra realizada por un hombre que fue sacerdote ante todo. Es impecable la impresión de talleres Amigo del Hogar.

Quiero poner énfasis en algunos aspectos de la obra. Dice el Padre Julián:

“Quizá el Padre Luis nunca pensó que ese jovencito que pasó un día por Ocoa y el Centro Padre Arturo, siendo seminarista y mecánico de maquinarias industriales, dos años después iba a ser el compañero y el vecino más cercano de él. Solo Dios conoce el corazón de la persona”.

En otra parte nos dice el autor:

“Voy a confesar que, al principio de mi estadía en la Parroquia San José de Ocoa sentí un poco de temor o dudas en cuando a mi participación en  esta parroquia. Me pregunté varias veces cuál sería mi participación dentro y fuera de la iglesia. Porque llegar a dicha parroquia a contradecir, a poner o quitar, sería muy difícil para mí, que llegué sin tener ninguna experiencia sobre la metodología y la pedagogía con que se tiene costumbre a trabajar en ella”.

Sin rubor nos dice el Padre Julián: 

Yo tenía bien claro el papel que me correspondía hacer y el objetivo principal; nunca me salí de ese principio: Ir ayudar en lo que podía al Padre Luis, y eso me dio un resultado tan favorable que llegué a ganarme la confianza, el respeto y el apoyo incondicional del sacerdote”.

El Padre Luis no solamente sufría por el dolor de los campesinos, de los obreros y del pueblo en general, sufría también a consecuencia del dolor físico que acompañaban sus quebrantos. En este aspecto el Padre Julián nos hace el siguiente relato:

“Un año y medio después de llegar a Ocoa para estar a su lado, al Padre Luis se le fue complicando más su estado de salud. Ya no se valía por sí solo, sus enfermedades: mal del Parkinson, las operaciones, cataratas y otros achaques más, le minaron la salud. Hay que reconocer la valentía y la fuerza que sacaba este hombre de Dios para soportar los dolores, que no podía estar parado, ni acostado, ni sentado, ni mucho menos podía caminar. La situación era demasiado delicada aunque no era de una edad muy avanzada, apenas tenía setenta y nueve años cuando falleció. Había que estar al lado del Padre para ver y darse cuenta cómo sufría, cómo apretaba los labios cuando venían esos dolores. Me di cuenta por varias veces en la misa, él agarraba el altar, lo apretada y cerraba sus ojos, entre temblando y quejándose por dentro, daba la sensación de que el dolor lo iba a vencer. Una vez le pregunté: Padre, ¿cómo se siente? Me dijo: ¡Estoy bien!

Por más cerca que se estuviera del Padre Luis, los conocimientos sobre ese gran hombre quedarían incompletos si no leemos el libro del Padre Julián.

No quiero terminar estas palabras sin agradecer al Padre Julián la deferencia que ha tenido para conmigo al encomendarme la presentación de esta obra que esta noche ponemos en circulación. 

Casi terminado quiero expresar un pensamiento que recoge Elizabeth Gilbert en su libro Come, Reza y Ama cuando nos dice que un monje le dijo en una ocasión:
“El lugar de descanso de la mente es el corazón. La mente se pasa el día oyendo campanadas, ruidos y discusiones, cuando lo único que anhela es tranquilidad. El único lugar donde la mente puede hallar la paz es el silencio del corazón. Ahí es adonde tienes que ir”.

¡Ofrézcome! Fue su grito de guerra y también de paz. 

¡Ofrézcome Padre, cuanta faltas nos hace!

Dr. Jorge A. Subero Isa
Santo Domingo, D. N.
20 de diciembre 2012

viernes, 30 de noviembre de 2012

PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL DR. JORGE A. SUBERO ISA DURANTE LA PRESENTACIÓN DE LIBRO CONSTITUCIÓN DOMINICANA: DIGNIDAD HUMANA. DERECHOS FUNDAMENTALES, ESTUDIO DE CASOS, , DE LA AUTORÍA DEL DR. MANUEL DE JESUS PÉREZ SANCHEZ, EL 26 DE NOVIEMBRE DE 2012, EN LA UNIBE




Cuando un amigo le encomienda a otro la tarea de presentar una obra, principalmente cuando ella consiste en la puesta en circulación de un libro, le está ocasionando un triple problema consistente en lo difícil que resulta separar el amigo, el autor y el libro mismo.

El amigo es aquella persona por quien sentimos afectos y en quien depositamos la confianza necesaria para confiarle muchas veces secretos que lo tornan cómplice de ciertos acontecimientos. Por eso no hay nada que cause más indignación cuando esa confianza no es correspondida en la misma medida en que fue depositada. La palabra amigo fue inventada con la finalidad de que en determinados momentos nos acordemos que hay una persona que se llama así, a quien podemos acudir sin esperar que nos llamen cuantas veces las circunstancias lo demanden. 

Durante más de veinte años me unen estrechos vínculos con el convocante a este acto, que se traducen en amistad, y por vía de consecuencia, soy su amigo. Ese amigo es el Dr. Manuel de Jesús Pérez Sánchez.

El autor es quien ha desarrollado todo su intelecto para producir una obra que está destinada no solamente al amigo, también al adversario, y a toda la sociedad quien finalmente la juzgará con un rigor que los jueces  humanos no conocen.

El autor de la obra que hoy presentamos es una persona dotada de una sólida formación intelectual, consolidada educación y recia disciplina forjada en las filas de la institución a la que perteneció durante largos años y donde llegó a escalar la máxima jefatura. Profesor universitario en diferentes universidades y egresado de otras tantas. En su activo literario se encuentran nueve obras que confirman sus diversos conocimientos en diferentes áreas del saber humano. Ese autor  es el Dr. Manuel de Jesús Pérez Sánchez.

Ocupando la jefatura policial se dio el caso, que yo conozca único en la historia, donde un Jefe de la Policía fue actor de primer orden tanto desde esa posición como desde la cátedra universitaria para la aplicación  de una normativa procesal penal que se ajustaba por primera vez en la historia de la República  a los preceptos de la Constitución de la República y al mismo tiempo armonizaba nuestra legislación interna con los tratados internacionales, como lo fue el Código Procesal Penal, y donde le correspondió sembrar entre sus subalternos un cambio de paradigma y cultura que se encontraba  fuertemente arraigado entre ellos,  y que chocaba frontalmente con la nueva disposición. Esa siembra poco a poco ha ido dando sus frutos, pues basta con intercambiar con cualquier miembro de esa institución para inmediatamente comprobar la diferencia registrada en los últimos años.

El libro es el fruto final de un esfuerzo que ha llevado al autor a transitar  agotadoras horas de  estudios e investigaciones con la finalidad de satisfacer primero, las inquietudes de su autor, y posteriormente, las necesidades de una sociedad determinada.

El libro tiene un poder tan inmenso que acaba primero la vida del amigo y de su propio autor, mientras él sobrevive todavía más allá del Cementerio de los  Libros Olvidados de que nos habla Carlos Ruiz Zafón, pues alguien irá a ese cementerio a rescatarlo.

Ese libro, el cual  presentamos esta noche tiene la particularidad que puede denominarse CONSTITUCIÓN DOMINICANA: DIGNIDAD HUMANA. DERECHOS FUNDAMENTALES, ESTUDIO DE CASOS, o CONSTITUCIÓN DOMINICANA Y DIGNIDAD HUMANA. SU IMPACTO EN LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, o DIGNIDAD HUMANA EN LA CONSTITUCIÓN DOMINICANA.  Sin embargo, cual que sea su título los resultados a que el autor llega son los mismos: el tema central es la Dignidad Humana.

Antes de abordar la estructura y contenido del libro, permítanme hacer algunas reflexiones marginales sobre la dignidad humana.

La persona humana no tiene precio, pero sí tiene valor. Ella no es un medio, es un fin. El valor de los seres humanos difiere del valor que tienen las cosas, pues éstas tienen un valor de intercambio; se pueden reemplazar. Los seres humanos son irremplazables. Todo ser humano tiene dignidad por su sola condición de ser humano. La dignidad humana se refiere al valor intrínseco e inalienable de todo ser humano, independientemente de su condición social o económica, raza, religión, edad, sexo, etc. Ella es la base de todos los derechos.

La dignidad humana ha estado desde el principio ligada a las concepciones religiosas bajo el fundamento de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; de donde se deriva que el derecho a la vida sea considerado como sagrado e inviolable. 

Dice el padre Anselm Grun que el ser humano fue creado en su origen a semejanza de Dios. Su misión consiste en asemejarse cada vez o día más a Dios. El concepto de semejanza describe, pues, el objetivo al que el ser humano ha de tender. Este debe reproducir cada vez mejor a Dios y llegar a ser como Dios. Tal es la auténtica vocación del hombre. Cada hombre es semejante al Creador. De aquí deriva su gran dignidad.

Cuando ejercemos un acto de violencia contra una persona no solamente atentamos contra ella como ser humano, atentamos contra su dignidad humana. No le arrancamos su dignidad porque ésta le es inherente; le es consubstancial a su persona. Simplemente se le vulnera. Quien pierde su dignidad humana es el agresor, esto es más o menos lo que nos apunta Robert Sapaemann, cuando nos dice:
“La dignidad del hombre es inviolable en el sentido de que no puede serle arrebatada desde fuera. Sólo uno mismo puede perder la propia dignidad. Los demás solamente pueden vulnerarla no respetándola. Quien no la respeta no quita al otro su dignidad, sino que pierde la propia. No fueron Maximiliano Kolbe ni el P. Popieluszko  (fraile polaco muerto por los nazis en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y el segundo padre también polaco cuya muerte le fue atribuida al gobierno comunista de Polonia, quienes perdieron su dignidad, sino sus asesinos”.

Algunos autores consideran que la dignidad no es solo de tipo ontológico: tiene un componente moral o ético, en cuanto que exige una conducta acorde con la dignidad del propio origen. Que una errónea conducta ética no priva al sujeto de la dignidad ontológica, pero sí de la dignidad moral. Los asesinos y los parias sociales tienen derecho a ser tratados con el respeto que exige su dignidad ontológica, sin que sea lícito un trato degradante o cruel. En cambio, no es contraria a su dignidad la reclusión física para evitar que dañen a la sociedad. Es que realmente la dignidad humana comprende una dignidad ontológica y una dignidad moral.

Se considera que el ser más abyecto y aquel que vive en las condiciones más contrarias a las condiciones de la dignidad humana, tiene dignidad, pues tiene la posibilidad de ser otra persona. La dignidad es un atributo de la persona humana. Por eso es que una de las primeras reacciones de las naciones después de la Segunda Guerra Mundial fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución del 10 diciembre de 1948, la cual dispone en el primer Considerando de su Preámbulo “que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad humana intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, y establece en su artículo 1 que: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

En la actualidad se considera que los derechos humanos tienen su fundamentación en la dignidad humana. Algunos autores aprecian que incluso el concepto dignidad humana es mucho más antiguo que el de los derechos humanos, aunque aquella como fundamentación de los últimos es moderna.

Solamente a través de la dignidad humana adquieren verdadero valor las nociones de libertad, igualdad e independencia. Como nos dice A. E. Pérez Luño:
“La dignidad humana, en cuanto se concreta en el libre desarrollo de la personalidad, no puede ser ajena a la libertad; ésta, a su vez, no sólo se halla inescindiblemente vinculada a la dignidad, sino que en sus dimensiones positiva y comunitaria implica a la igualdad, porque difícilmente se puede hablar de libertad para todos, si todos no son iguales entre sí; al propio tiempo que la igualdad persigue y se orienta hacia la dignidad y la libertad, puesto que repugnaría a su propia condición de valor el que se la pudiera concebir (…) como igualdad en la humillación y en la opresión”.

Después de las ideas desarrolladas por Hans Kelsen se considera que hay que distinguir entre el concepto persona como ente jurídico y el de hombre como ser biológico, que corresponde ser estudiado por las ciencias naturales. De ahí que se hable de que matar a un ser humano es un mal, pero matar a una persona es peor.

Esta obra se encuentra estructurada de la manera siguiente: consta de 159 páginas, con un Sumario, que comprende: Introducción. Primera Parte: La Constitución de la República Dominicana, donde en su Capítulo 1 nos presenta las Generalidades; el Capítulo 2, Los Derechos Fundamentales;  en el Capítulo 3, Interpretación de los Derechos Fundamentales.

En su Segunda Parte: Dignidad Humana, donde figura el Capítulo 4, Concepto de Dignidad Humana; el Capítulo 5, la Dignidad Humana como Valor y Derecho Fundamental; en el Capítulo 6, Garantías a su Efectividad y Tutela.

Ese Sumario contiene además, un Glosario, Bibliografía, Anexos e Índice General.

Para comprender la trascendencia de la obra del Dr. Pérez Sánchez tenemos que situarnos en el contexto histórico en que ella ha sido escrita y al amparo de la Constitución que le sirve de fuente principal, razón por la cual considero que  se enmarca en lo que se considera que es un Estado Social y Democrático de Derecho, donde la función esencial del Estado es la protección efectiva de los derechos de la persona, el respeto de su dignidad y la obtención de los medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el orden público, el bienestar general y los derechos de todos y todas.

Y es que los Estados de esa naturaleza los derechos que se encuentran consagrados en su Constitución no pueden entenderse pura y simplemente como los simples derechos subjetivos. Algunos de esos derechos, aunque sin perder ese carácter, adquieren una dimensión mayor, pues para su ejercicio y eficacia requieren la intervención directa y protección del propio Estado, tal es el caso de los derechos fundamentales.


Desde su Introducción el lector descubre cuál es la intención del autor de la obra  y puede deducir sus conclusiones; existiendo desde el principio un hilo conductor que nos lleva a conclusiones formales.


 Ese hilo conductor lo encontramos cuando nos dice que la dignidad humana “no solamente es cimiento de todo el andamiaje constitucional, sino también su finalidad última, es decir, principio y fin, lo que es conforme a la naturaleza humana y la cultura desarrollada hasta ahora, con los seres humanos como autores y actores de su propio destino”.

Cuando se pregunta si tiene efecto sobre la Constitución situar a la dignidad humana como valor y principio supremo de interpretación y aplicación de sus normas, aunque la respuesta la encontramos planteada en forma de hipótesis, no nos deja duda alguna con respecto a saber cual es su criterio, afirmando categóricamente, Si, tiene efectos sobre la Constitución.

Cuando aborda el tema de los derechos fundamentales nos dice sin tapujo que estos “son la proyección de la dignidad humana, es decir, la concretización de la dignidad humana de los seres humanos en el ámbito normativo constitucional, que hace exigible un conjunto de facultades y prerrogativas de una naturaleza no estática sino cambiante y dinámica, orientada al perfeccionamiento y la satisfacción de las necesidades humanas en las diversas épocas y espacios que le corresponda vivir a su titulares”.

Pero el mismo énfasis pone el autor cuando nos dice que “la dignidad humana, además de ser un principio o valor constitucional supremo, es también un derecho fundamental; así como uno de los fundamentos del Estado, de la Constitución, de la cohesión social, y finalidad primera y objetivo único de la existencia del Estado y del ordenamiento constitucional”. 

Sobre el papel que le atribuye a la dignidad humana en el ámbito internacional nos dice que “La dignidad humana es, entonces un elemento que forma parte de la legislación internacional, la cual está destinada a lograr la paz duradera; el desarrollo de los pueblos; la seguridad y el reconocimiento de valores fundamentales como la autodeterminación de los pueblos, el libre desarrollo de la personalidad de los seres humanos y múltiples objetivos previstos al establecerse el sistema de Naciones Unidas, a fin de lograr su perfeccionamiento, adecuado funcionamiento y necesaria expansión, tanto a nivel universal como en los diferentes hemisferios y regiones del mundo”.

Al comentar las funciones de la dignidad humana en la Constitución Dominicana nos dice que tiene cuatro funciones: 1). Es valor supremo y principio fundamental de la Constitución, al tenor del preámbulo; 2). Es el fundamento de la Constitución, la cual se fundamenta en el respecto a la dignidad humana, de acuerdo con el artículo 5; 3). Es el fundamento del Estado, de conformidad con el artículo 7; y 4). Es la finalidad esencial del Estado, de conformidad con el artículo 8.

En otra parte de la obra nos encontramos que según el autor la dignidad humana, en su dimensión como valor y principio fundamental es la sustancia básica de los derechos fundamentales.


Luego de afirmar que los derechos fundamentales están por encima de cualquier otro derecho, analiza las veinticuatro características que le atribuye a esos derechos y desarrolla los diferentes principios que reglamentan la interpretación de los derechos y garantías fundamentales.

De las conclusiones generales a que  arriba el Dr. Pérez Sánchez me llama la atención las contenidas en el numeral 3.1, en cuanto a que “En la correlación entre dignidad humana y Constitución corresponde a la primera la causalidad. Aquella origina una forma de gobierno vinculado a la democracia, a las legítimas aspiraciones de la mayoría, no sólo en esta época sino en cualquiera del futuro, a los fines de centralizar el ordenamiento básico de la convivencia social entre los seres humanos”.

También la del numeral 4.5, en el sentido de que “Los diez valores del ordenamiento constitucional o factores de cohesión social están en un mismo plano de igualdad; tienen el mismo rango; sin embargo, el ordenamiento constitucional se centra en el ser humano, que es la medida sustantiva del Estado y de los valores superiores y del ordenamiento en su conjunto”.

Y en el numeral 4.6, en cuanto a que “La dignidad humana es la sustancia básica de los derechos fundamentales que no puede desconocerse al interior de los Estados, fundamentalmente en República Dominicana cuyas relaciones internacionales se basan en el respeto a los derechos humanos”.

El Anexo que acompaña a la obra  le confiere un valor agregado, pues en él el autor hace un minucioso estudio de ocho emblemáticos casos relativos a los derechos fundamentales y su interpretación.

En el primero es relativo a Ruidos medio ambientales que arriesgan el derecho a la integridad física, la intimidad familiar y persona, así como examen del principio del derecho a sancionar.

En el segundo, Límites a la intervención de las comunicaciones entre abogados y sus clientes internados en penitenciarias.

En el tercero, Estudio del caso Folgero contra Noruega.

En el cuarto, Derecho de propiedad. Expropiación forzosa;

En el quinto, el Derecho al honor, a la intimidad personal, a la propia imagen y la protección de datos.

En el sexto, Sentencia condenatoria que guarda silencio sobre testimonio a favor del condenado y solo valora prueba en su contra; 

En el séptimo, Garantías constitucionales antes solicitud de prestación de servicios al Estado: para hijos con parálisis cerebral, 2. Permiso para interrumpir embarazo, 3. Que le suministren educación católica, 4. Que le conceda trabajo a un desempleado, 5. Caso de contaminación ambiental; y

En el Octavo, Comerciante sancionada con una multa busca protección constitucional.

Otro valor agregado que tiene la obra es un Glosario, con lo cual permite que el lector tenga conocimiento de causa de los términos utilizados. 

No quiero terminar estas palabras sin antes hacer mías unas palabras que hace apenas dos semanas pronunciara mi entrañable amigo y hermano, el Dr. Luis Paulino Mora y Mora, Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, en ocasión de denunciar el atentado a la independencia del Poder Judicial de su país, con motivo de la destitución por parte del Congreso del magistrado Fernando Cruz Castro, considerado uno de los más completos y más honrados de la judicatura costarricense. El magistrado Mora y Mora dijo:

“Pareciera que cuando se aplica la Constitución y la ley, ello estorba a quienes se ven afectados en sus intereses. “Se olvidan que la alternativa de vivir una Constitución de adorno, de papel, es lo que tiene condenados a tantos países a vivir sin dignidad”.

Este es un libro escrito por un general retirado para ser leído por un público general activo.

Solo me resta felicitar al Dr. Pérez Sánchez por otro valioso aporte a la comunidad jurídica dominicana e invitar a todos a adquirirla y con ella identificarse con lo valioso que resulta la dignidad humana.

Para hablar de dignidad, hay que ser digno, y él es un fiel exponente de ese calificativo.

Muchas gracias,