domingo, 29 de enero de 2012



LA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA DEL ESTADO Y LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN


“Para mi sorpresa, Stiglitz apoyó la idea sin reparos: en la economía global que vendrá después de la crisis que empezó en 2008, la educación, la ciencia y la tecnología serán claves del desarrollo económico de la región”. (Entrevista concedida por Joseph Stiglitz, Nobel de Economía,  a Andrés Oppenheimer). 


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Encontré en la obra Caída Libre, del mismo Stiglitz, un concepto que quiero compartir con ustedes, y es cuando él nos dice que: He visto como nuestros mejores estudiantes se dedicaban a las finanzas. No pudieron resistirse a ganar dinero a espuertas. Cuando era estudiante, los mejores se orientaban hacia la ciencia, la enseñanza, las humanidades o la medicina. Querían cambiar el mundo utilizando su cerebro. Recuerdo claramente el consejo de mis padres cuando, como todos los adolescentes, me pregunté qué quería ser de mayor: me dijeron: “El dinero no es importante. Nunca te dará la felicidad. (Extraño consejo para un futuro economista). Usa el cerebro que Dios te ha dado para ser útil a los demás. Eso es lo que te dará satisfacción”.


Nuestra Constitución proclamada el 26 de enero de 2010 dispone que la República Dominicana constituye un Estado Social y Democrático de Derecho, fundado en el respeto de la dignidad humana, los derechos de la dignidad humana, los derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular e independencia de los poderes públicos. La función esencial de ese Estado es la protección efectiva de los derechos de la persona, el respeto de su dignidad y la obtención de los medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el orden público, el bienestar general y los derechos de todos y todas.



La propia Constitución consagra dentro de los derechos fundamentales el de la educación, concebido como el derecho a recibir una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones y pone a cargo del Estado garantizar la educación pública gratuita y la hace obligatoria en su nivel inicial, básico y medio. En cuanto a la educación superior en el sistema público dispone que será financiada por el propio Estado, garantizando una distribución de los recursos proporcional a la oferta educativa de las regiones, de conformidad con lo que dispone la ley.


Uno de los puntos sobre los cuales quiero llamar la atención para establecer un vínculo de este contenido con su título es que nuestra Carta Sustantiva expresamente dispone que: “la familia es responsable de la educación de sus integrantes y tiene derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos menores”.


Como se observa de lo anterior, el Estado garantiza la educación bajo las modalidades indicadas, pero la familia es la responsable de la educación de sus miembros, la cual es considerada por la propia Constitución como el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas, y que se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad de conformarla.


Para mantenerme en el contexto constitucional, expresamente hago abstracción del concepto de familia que nos trae la ley núm. 136-03, que contiene el Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes, el cual será objeto de otro trabajo.


Siendo la familia la responsable de la educación de sus integrantes, según lo dispuesto por la Constitución de la República, debo manifestar mi duda y preocupación de que en la actualidad la familia dominicana se encuentre en capacidad de enfrentar con éxito esa obligación. Es preciso dotarla del debido fortalecimiento para que pueda ella cumplir con ese objetivo. La pregunta necesaria es ¿quién es el responsable de la educación de la familia?


Por más textos que existan proclamándolo, solamente a través de la educación podemos alcanzar un Estado Social y  Democrático de Derecho donde el orden, la seguridad jurídica y el respeto a los derechos humanos se conviertan en condición indispensable de un sistema de derechos fundamentales plenamente garantizados, plataforma necesaria para alcanzar un desarrollo económico sostenible.



Mueve a preocupación y a reflexión datos hechos públicos en años anteriores (desconozco cifras más recientes) que indican que alrededor del 11.4% de los estudiantes dejaron los estudios en el bachillerato, alcanzando la deserción a un 14.5% de los alumnos en el primer año de ese nivel académico. De la misma manera es alarmante el dato de que sólo el 0.1% de los dominicanos llega a realizar estudios de postgrado, muy por debajo de la cobertura general latinoamericana, que para esa fecha oscilaba entre un 2% y 3%.



Más recientemente, específicamente el pasado 26 de enero, varios periódicos dominicanos, entre ellos el Diario Libre, nos trajeron la información de que el 82.7% de las escuelas muestran deficiencias, y se agrega, que un informe sobre la clasificación de centros educativos determinó que de 5,515 planteles públicos y privados que hay en el país, 4,564 obtuvieron una categoría deficiente (D), para un 82.7 por ciento, con un rango por debajo de los 55 puntos en todas las modalidades. Por su parte  El Caribe, de esa misma edición, nos dice en un titular que “El 75% de colegios, en cola de ranking escolar” y en su lead informa que de 5,515 centros educativos públicos y privados analizados en el Ranking Escolar, sólo 397 calificaron para la categoría A, en cambio 4,564 en el renglón D. Los datos de ambos medios fueron obtenidos de un estudio realizado por la Fundación Pensar y Crecer, analizando el Ranking Escolar Clasificación de Centros Educativos (Clase 2011).


Pero eso no es todo, en cuanto a la educación superior, uno de nuestros académicos de más sólida formación como lo es Radhamés Mejía, en un artículo de esa misma fecha, publicado en el periódico El Caribe con el título “La universidad dominicana y los rankings internacionales”, concluye de la manera siguiente: “Los diferentes estudios realizados en nuestro país señalan la necesidad de diversificar más nuestro sistema de educación superior. Se hace necesario que algunas universidades se desarrollen al punto de poder competir a nivel internacional con los criterios antes señalados, pero también es imprescindible desarrollar más ampliamente instituciones de educación superior de calidad que tengan como propósito fundamental preparar el capital humano en la cantidad y la calidad que se requerirán para que los objetivos establecidos en la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) sean alcanzables”.



La sociedad dominicana demanda de la puesta en vigencia de todo un sistema educativo que se manifieste mediante un proceso que incentive y aumente nuestras destrezas y habilidades para el entendimiento, manejo adecuado y óptimo de las nuevas tecnologías; que conduzca a un aprendizaje que nos permita comprender los cambios que se están produciendo en una sociedad globalizada, donde las relaciones internacionales han ido creando un Nuevo Orden Mundial; que nos conciencie a preservar nuestro medio ambiente y recursos naturales; y que se cree un vínculo entre el aula y la comunidad, asociando a profesores, padres, estudiantes y organizaciones locales para que asuman sus responsabilidades cívicas y culturales, dentro del concepto de la educación comunitaria o educación democrática.



Cada día más se impone la economía del conocimiento: los individuos que no reciban instrucción formarán parte de los nuevos pobres, de un neoploretariado en condiciones de vida cada vez más precarias. Los Estados y los ciudadanos deberán acudir en su auxilio, no para ofrecerles una asistencia pasiva sino para formular una verdadera política de reinserción, tal como lo afirman Octave Génelier y Emmanuel Pateyron.



Quizás nuestra debilidad institucional esté unida a nuestra ancestral debilidad en el sistema educativo.En su informe que sobre el estado de la educación presentó el 3 de marzo de 1846 el Presidente de la República Pedro Santana, expresaba que la ley sobre instrucción pública no ha producido todo el éxito que se debía esperar debido a la escasez de fondo de que adolecen la mayor parte de las cajas comunales. En sentido parecido se expresa Tomás Bobadilla, ministro de educación en la Primera República.

Cuatro años después de nuestra Independencia, el mismo Presidente Santana, en su mensaje al Congreso Nacional el 31 de enero de 1848 dice, que la instrucción pública se encuentra en un estado de decadencia por varios motivos, y uno de ellos es la falta de preceptores.



Una de las grandes reformas registradas en la educación de nuestro país fue la iniciada por Eugenio María de Hostos, fundador junto a Gregorio Luperón el 5 de marzo de 1876 de La Educadora, que al decir de Emilio Rodríguez Demorizi, era una sociedad destinada a popularizar las ideas del derecho individual y público, el conocimiento de las constituciones dominicana, norteamericana, latinoamericanas, y los principios económicos - sociales; en resumen: educar al pueblo.



En cualquier período de la historia sin importar el país, la educación se encuentra determinada y condicionada por factores políticos, económicos, sociales y culturales. Principalmente por el factor político, pues resulta demasiado evidente que la educación se encuentra unida a las políticas que sobre la materia tengan los gobernantes de turno.

Dice Felipe Alejandro Gardella que cuando los liberales argentinos a fines del siglo XIX, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, establecieron la educación primaria obligatoria, no se cuestionaron que como resultado de esa política se clausuraría el ciclo de "democracia ilustrada" que ellos habían iniciado.



De Sarmiento dice dicho autor, que éste no desconocía que la educación del soberano y la política de inmigración darían nacimiento al más formidable enemigo de la élite que él mismo representaba: la apertura del mercado del conocimiento. De Alberdi, dice Gardella, que no consideraba suficiente el establecimiento de la educación pública y obligatoria; que proponía, además, un cambio de base cultural que permitiera desligar a la sociedad criolla de cierta herencia hispánica favorable al privilegio, y adquirir la cultura meritocrática anglosajona.



El concepto de Alberdi parece que se encuentra subyacente en el pensamiento del ex presidente de Colombia Ernesto Samper Pizano, quien afirma que el rechazo de España a recibir en el Nuevo Mundo a migrantes de otras religiones cerró la posibilidad de que llegaran a estas tierras especies distintas a españoles y portugueses, quienes, en el norte, sentaron cimientos de una sociedad mucho más diversificada y democrática en sus orígenes. España actuaba como potencia, mientras la Gran Bretaña se comportaba como nación, sigue diciendo Samper.



Nuevos vientos políticos moverán próximamente nuestras palmeras gubernamentales, y esperamos que la conciencia nacional sea sacudida con la fuerza de un huracán a fin de transformar nuestra estructura educativa.



En el marco de la  XIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en noviembre de 2004 en San José, Costa Rica, éstos suscribieron la Declaración de San José, donde bajo la temática Educar para Progresar se establecieron principios básicos, que de llevarse a la práctica, cambiarían el rumbo de nuestro pensamiento de política educativa. 



En efecto, en esa Cumbre se dijo que la educación es un derecho humano fundamental e inalienable, que tiene por objeto el pleno desarrollo de las personas y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales; es instrumento fundamental para preservar el desarrollo y la equidad; que sólo una educación democrática, accesible y de calidad es la base fundamental para lograr un desarrollo sostenible, elevar la productividad, aprovechar el avance científico y tecnológico, reforzar las identidades culturales y consolidar los valores de convivencia democrática, pacífica y solidaria para reducir la pobreza y la brecha social.



No compartimos lo expresado por el ex presidente de la República Francisco Henríquez y Carvajal, cuando afirmó en el año 1900 que la mayor parte de los dominicanos son enfermos, inficionados de vicios morales o de ilusiones, que falsean completamente su esfuerzo intelectual; o por Américo Lugo, quien en el año de 1916 se expresaba en términos similares; tampoco compartimos el pesimismo expuesto tanto por Moscoso Puello como por José Ramón López.



No hay dudas de que existe una generación de dominicanos que ha venido despertando del letargo a que generaciones pasadas se encontraban sometidas, unas por temor y otras por convicción. Pedimos un voto de confianza para esa generación comprometida con una mejor educación y por ende con un mejor país. 



En ese sentido, como reflexión, creo importante expresar el mensaje que se deriva de una obra pictórica de Salvador Dalí que en alguna ocasión observé, y que por primera vez expresé cuando ocupando la posición de Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la República pronuncié el discurso de orden con motivo del Día del Poder Judicial:



QUIERO LEVANTAR CON SUMA PRECAUCIÓN LA PIEL DE LA REPÚBLICA, PARA VER QUIENES AUN ESTÁN DURMIENDO TAN PROFUNDAMENTE BAJO SU SOMBRA, QUE NO HAN DESPERTADO ANTE TANTA INEQUIDAD.

sábado, 21 de enero de 2012

CONSEJOS DE DON QUIJOTE A "UN JUEZ".


“Por eso el pueblo clama que “si el Rey no muere, el reino muere”. “He sufrido prisión por deudas a la Corona pero que yo sepa, ni el Rey ni ningún personaje de su corte ni de la administración ha ido a la cárcel tras la última quiebra de la hacienda real. Y ahí sí que se han dejado deudas a pobres diablos”.

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A la edad de 19 años comencé a asumir mis primeros deberes laborales en lo que en esa época era el Ministerio de Educación, Bellas Artes y Cultos, denominación que se consagró en  el  Acta Institucional, que fue la Constitución de la República  que  nos rigió después de la Revolución de Abril de 1965 hasta la proclamación de la Constitución de 1966, posición que ocupé con el rimbombante título de “Auxiliar Técnico de Impresos y Publicaciones de los Talleres Tipográficos “La Nación”, Ministerio de Educación, Bellas Artes y Cultos”, con una remuneración mensual de RD$100.00, recibiendo mi primer cheque por los días trabajados desde el 23 al 30 de septiembre del año 1966, por la suma de RD$22.85, el cual entregué a mis padres como señal de agradecimiento, el que enmarcaron como un recuerdo y que luego de la muerte de ellos lo recuperé y todavía está en mi poder. Compartí esas funciones al mismo tiempo que realizaba mis estudios de Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), permaneciendo, aunque con otra denominación de mayor categoría, en esa dependencia oficial, ya con el nombre de Secretaría, hasta la fecha en que obtuve mi exequátur para el ejercicio de la profesión de abogado.
Desde esa lejana época no solamente he sido un defensor  sino un practicante de la planificación como un instrumento valioso para organizar la vida, lo que ha traído como consecuencia que casi nunca las cosas que ocurren me toman desprevenido, pero tampoco las dejo para última hora. La planificación de mi familia en todos los sentidos  ha sido parte de esa política que tan buenos resultados me ha dado.
Consecuente con esa forma de  actuar y en razón de la proximidad del 7 de enero de 2012, Día del Poder Judicial, desde mucho tiempo atrás a mi separación de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, que se hizo efectiva el 28 de diciembre próximo pasado, estaba preparando lo que sería el discurso de Presidente en ocasión de ese día. Como es de conocimiento de todos, obviamente ese discurso no fue pronunciado. Hoy quiero dar a conocer parte de lo que hubiese sido el mismo.
Confieso no tener temor  de que me acusen de tener una pasión necrológica,  razón por la cual puedo válidamente recurrir a Miguel de Cervantes Saavedra, en cuyo honor existe en España el Instituto  que lleva su nombre y a quien apenas la semana pasada el Gobierno español le ha ofrecido su Presidencia a Mario Vargas Llosa, según informó el Ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García- Margallo, quien  subrayó el “talante extraordinario” de Mario Vargas Llosa, una personalidad muy aceptada “aquí y allí”, además de un “amante de las libertades, un defensor de la democracia y un apasionado por la cultura en español”. Luego de transcurrir varios días de esa oferta el escritor rechazó la misma, aunque manifestó su decisión de seguir colaborando con dicho instituto.

Ese Cervantes que guardó prisión por deudas contraídas con la Corona mientras era recaudador de impuestos para las galeras de Felipe II, y que  al ser liberado, según relato un tanto novelado, dijo: “Empeñando todos mis bienes y los de mi esposa pude pagar una fianza necesaria para conseguir un nuevo puesto, otra vez como recaudador. Se trataba de recuperar dos millones y medio de maravedíes por tasas atrasadas a la Corona. ¡El Rey premiaba nuevamente mis servicios con la tarea de incautar bienes a los pobres! Para mi desgracia he ido ingresando el producto de la recaudación en un banco de Sevilla esperando el momento de rendir cuentas. Se trataba de una casa que creí solvente, pero que cayó en bancarrota semanas antes de tener yo que comparecer ante la Real Hacienda para liquidar lo incautado. La prisión ha sido, nuevamente, el precio de mis favores”. (Amós Milton, El Abogado de Indias).

O a quien también se le atribuye haber dicho ante la grave situación económica imperante en España en su época, según el mismo relato: “Por eso el pueblo clama que “si el Rey no muere, el reino muere”. “He sufrido prisión por deudas a la Corona pero que yo sepa, ni el Rey ni ningún personaje de su corte ni de la administración ha ido a la cárcel tras la última quiebra de la hacienda real. Y ahí sí que se han dejado deudas a pobres diablos”. O el que aconseja a su joven abogado defensor  que no cesaba de reír y se encontraba exultante y bebía vino sin cesar celebrando la liberación de su cliente, diciéndole: “Apreciado letrado, debes ser más templado en el beber que el vino demasiado, ni guarda secreto, ni cumple palabra”. (idem).

Recurro hoy a la obra cumbre de Miguel de Cervantes Saavedra,  el Don Quijote de la Mancha, hoy tan olvidada y lejana en el tiempo como decir la palabra “gracias”  y de quien el Nóbel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, ha dicho refiriéndose a su ideal: “Ese ideal es imposible de alcanzar porque todo en la realidad en la que vive el Quijote lo desmiente: ya no hay caballeros andantes, ya nadie profesa las ideas ni respeta los valores que movían a aquéllos, ni la guerra es ya un asunto de desafíos individuales en los que, ceñidos a un puntilloso ritual, dos caballeros dirimen fuerzas. Ahora, como se lamenta con melancolía el propio don Quijote en su discurso sobre las Armas y las Letras, la guerra no la deciden las espadas y las lanzas, es decir, el coraje y la pericia del individuo, sino el tronar de los cañones y la pólvora, una artillería que, en el estruendo de las matanzas que provoca, ha volatilizado aquellos códigos del honor individual y las proezas de los héroes que forjaron las siluetas míticas de un Amadís de Gaula, de un Tirante el Blanco y de un Tristán de Leoní. (Don Quijote de la Mancha,  Presentación, Edición del IV  Centenario, Real; Asociación de Academias de la Lengua Española, edición y notas de Francisco Rico, quinta reimpresión, 2005, México).

A esa monumental obra, recurro, lo repito, para recordarles a los nuevos y viejos jueces algunos de los sabios consejos que recibió Sancho Panza de parte de su protector  antes de asumir como gobernador de la isla Barataria, prometida por el duque, cuando le dice:
  
   “Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada”.

   “Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.

   “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores, porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansarán”.

   “Mira, Sancho: Si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y abuelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”.

   “Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida, con los ignorantes que presumen agudos”.

   “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”;

   “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre”.

   “Cuando pudiere  y  debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente que no es mejor fama del juez riguroso que la del compasivo”.

   “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.

   “Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso.”

   “No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres las más veces serán sin  remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda”.

   “Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros”.

   “Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”.

   “Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuera de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia”.

   “Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito  de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán  tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.”.

Los buenos consejos siempre han sido muy importantes en la vida de las personas. Basta con recordar el viejo refrán que dice “quien se lleva de consejo muere de viejo”.
De todos esos consejos que Don Quijote de la Mancha da a Sancho Panza hay uno que me llama la atención y es cuando le dice: “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre”. En este consejo se le llama la atención al juez sobre el poder que suelen ejercer los ricos para inclinar la  balanza de la justicia a su favor en base a dinero; así como las lágrimas que derraman los pobres como instrumento para obtener su absolución. En ambos casos el juez debe actuar con total y absolutamente independencia, única garantía de que impartirá una justicia equilibrada."

lunes, 16 de enero de 2012

LA PROSTITUCIÓN INFANTIL: LA CARA DEL DEMONIO


Dedico este post a todas las madres, padres, abuelas, abuelos y demás familiares interesados en el bienestar de los hijos, con el firme propósito de llamar la atención a un hecho pernicioso, perverso y diabólico que puede afectar a la familia. Me estoy refiriendo a la prostitución infantil, de cuyos daños físicos, morales y psicológicos así como la revictimización derivada de ellos no escapa ningún abusado.
No condeno ni anatematizo a la prostituta, condición que adquiere una mujer por ser la mayoría de las veces la única forma de subsistir económicamente en un medio que le niega el derecho a vivir de otra manera que no sea a través del uso, y en ocasiones el abuso, de su cuerpo. Durante mi dilatado ejercicio primero como abogado, profesor universitario y finalmente como juez he sido depositario de muchas confidencias, entre ellas, la de que esa entrega del cuerpo no se practica por puro placer.
Uno como juez y también como abogado se entera de muchos secretos, y se ve tentado a pensar como Derville, el abogado del Coronel Chabert en la obra de Honoré de Balzac,  aquel coronel que luego de haber sido dado por muerto en la batalla de Eylau regresa y encuentra a su esposa casada con otro hombre, cuando al final del cuento su abogado Derville, dirigiéndose a Godeschal le dice:
“—¡Qué destino! exclamó Derville. Salido del hospicio de niños, vuelve á morir al hospicio de ancianos, después de haber ayudado en el intervalo á Napoleón a conquistar Egipto y Europa. ¿Sabe usted, querido mío, repuso Derville después de una pausa, que existen en nuestra sociedad tres seres, el sacerdote, el médico y el hombre de justicia que no pueden estimar el mundo? Usan hábitos negros, sin duda porque llevan luto por todas las virtudes y por todas las ilusiones. Pero el más desgraciado de los tres es el procurador. Cuando el hombre va á buscar al sacerdote, lo hace impulsado por el arrepentimiento, por los remordimientos por creencias que le hacen interesante, que le engrandecen y que consuelan el alma del mediador, cuya labor no deja de ser agradable, pues tiende á purificar, á reparar y á reconciliar. Pero nosotros los abogados vemos siempre repetirse los mismos malos sentimientos, sin que nada los corrija, y nuestros estudios son sumideros que no es posible sanear. ¡Cuántas cosas no he aprendido yo ejerciendo mi profesión! Yo he visto morir á un padre en un granero sin medio alguno de subsistencia, abandonado por dos hijos a los que había dado cuarenta mil francos de renta. Yo he visto quemar testamentos; yo he visto madres despojando de lo suyo á sus hijos, maridos robando a sus mujeres y mujeres matando á sus maridos, sirviéndose del amor que les inspiraban para volverles locos o imbéciles, á fin de vivir en paz con un amante. He visto madres que daban todos los gustos al hijo habido en el primer matrimonio, para acarrearle la muerte y poder enriquecer al hijo del amor. No puedo decirle a usted todo lo que he visto, pues he presenciado crímenes contra los cuales es impotente la justicia. Todos los horrores que los novelistas creen inventar están siempre muy por debajo de la verdad…”.

Mi sanción moral y ética va dirigida al prostituidor, es decir a aquel que valiéndose de las miserias humanas y de otra índole de una mujer la inducen a tal actividad. La prostituta es víctima, el prostituidor es victimario. Por ahora, prefiero no referirme a otro tipo de prostituidor, como el de conciencia, que tanto abunda en nuestro país.
Los medios de comunicación dominicanos nos trajeron a principio de este año 2012 una información relativa al caso de Sahar Gul, joven afgana de 15 años de edad, casada con un hombre del doble de su edad, la cual fue sometida durante seis meses por parte de los familiares de su esposo a torturas que consistieron en arrancamientos de las uñas en las manos y señales de quemaduras en diversas partes del cuerpo, por negarse a prostituirse.
A pesar de que no descarto que  algo similar haya ocurrido o que esté ocurriendo en la actualidad  en nuestro país, prefiero recurrir al caso de esa joven afgana solamente como un leitmotiv. Es sabido que en la República Dominicana la práctica de la prostitución entre adultos, como tal, no se encuentra  prohibida por la ley. Sin embargo, no se puede ser tan categórico en esa afirmación cuando se trata del prostituidor, quien regularmente recurre al engaño, argucias o maniobras fraudulentas para obtener sus propósitos.
Pero lo que me interesa en lo inmediato es abordar, al menos superficialmente, lo relativo a la prostitución infantil desde el punto de vista estrictamente legal, para lo cual acudo de manera fundamental a la ley núm. 136-03, denominada Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes, que constituye uno de los textos más avanzados relativos a la materia, y que si en nuestro país no ha tenido el éxito esperado es pura y simplemente porque al ser un Sistema jamás las autoridades correspondientes se han ocupado de que funcione como tal.
Recurro en primer término a un concepto general de lo que se entiende por prostitución de niños, niñas y adolescentes, para lo cual es preciso que establezcamos la distinción entre esas diferentes categorías de sujetos de derechos. Veamos: niño o niña es toda persona desde su nacimiento hasta los 12 años, inclusive; mientras que adolescente es toda persona desde los 13 años hasta la mayoría de edad, que en República Dominicana es de 18 años. Esto significa, en otras palabras, que la línea divisoria entre un niño o una niña y un adolescente es la edad de 13 años, y entre un adolescente y un adulto es de 18 años, quien al alcanzar esta edad se convierte en un ciudadano dominicano, a menos que antes esté casado o haya estado casado, aunque no haya cumplido esa edad.
Establecida esa distinción es preciso decir que la prostitución de niños, niñas y adolescentes es la utilización de cualquiera de éstos o éstas en actividades sexuales a cambio de remuneración o de cualquier otra retribución. Al período de vida a que se refiere esa prohibición es a la edad comprendida desde la fecha de nacimiento de una persona hasta el cumplimiento de los 18 años. Esta clase de prostitución se encuentra expresamente prohibida por el artículo 25 del citado Código. Asociada a la prostitución esa misma disposición legal prohíbe otros tipos de ilícitos contra los niños, niñas o adolescentes, como son la comercialización y la utilización en pornografía.
Se define la comercialización de niños, niñas y adolescentes como todo acto o transacción en virtud del cual un niño, niña  y adolescente es transferido por una persona o grupo de personas a otra, a cambio de remuneración o cualquier otra retribución. A estos fines, se sanciona ofrecer, entregar o aceptar por cualquier medio un niño, niña o adolescente, con el objeto de explotación sexual, venta y/o uso de sus órganos, trabajo forzoso o cualquier otro destino que denigre a la persona del niño, niña o adolescente.
Por otra parte la utilización en pornografía se considera como la utilización de niños, niñas y adolescentes en toda representación, por cualquier medio, de niños, niñas y adolescentes, dedicados a actividades sexuales explícitas, reales o simuladas o toda representación de las partes genitales de niños, niñas y adolescentes con fines primordialmente sexuales.
Independiente de cualquier otra sanción penal que pudiera existir, quiero limitarme a las previstas en los artículos 409 y 410 del referido Código. El primero se refiere a la comercialización de niños, niñas y adolescentes y sanciona a las personas o entidades que comercialicen con ellos en cualquiera de las formas establecidas por la misma y serán castigadas con penas de 20 a 30 años de reclusión y multa de 100 a 150 salario mínimo establecido oficialmente, vigente al momento de cometer la infracción. Es preciso decir que aunque el hecho no se consumare, su tentativa se castiga como si el hecho se hubiese cometido.
Por su parte el artículo 410 sanciona bajo la denominación explotación sexual comercial de niño, niña o adolescente, a las personas, empresas o instituciones que utilicen a un niño, niña o adolescente en actividades sexuales a cambio de dinero, favores en especie o cualquier otra remuneración lo cual constituye explotación sexual comercial en la forma de prostitución de niños, niñas y adolescentes, así como quienes ayuden, faciliten o encubran a los que incurran en este delito y la sanción prevista es la pena de reclusión de 3 a 10 años y multa de 10 a 30 salario mínimo establecido oficialmente, vigente al momento de cometer la infracción.
Muchos pudieran preguntarse si un adolescente, es decir la persona que se encuentra en la edad comprendida entre los 13 años y la mayoría de edad puede ser sancionado por violación de los artículos anteriormente mencionados. La respuesta la encontramos en el Párrafo del artículo 223 del referido Código cuando dice que los niños y niñas menores de 13 años, en ningún caso pueden ser detenidos, ni privados de su libertad, ni sancionados por autoridad alguna.
Por más que nuestra Constitución, las leyes adjetivas y los convenios internacionales establezcan garantías y derechos a favor de los niños, niñas y adolescentes, nadie, absolutamente nadie, está más obligado que la propia familia a velar por la educación y la protección de ese segmento de la sociedad dominicana, futuro indiscutible de la Patria.
Prostituir a un adulto es malo, pero prostituir a un niño, niña o adolescente es peor, lo cual es mucho más grave en la medida en que la persona afectada tenga menor edad. LA PROSTITUCION INFANTIL ES LA CARA DEL DEMONIO.


sábado, 7 de enero de 2012

A TODOS LOS JÓVENES… Y A QUIENES SE SIENTAN COMO TALES

Cuando a Gorgias de Leontino, un escritor que parece  haber nacido en la primera década del siglo V, le preguntaron al cumplir sus 107 años de edad por qué quería seguir viviendo tanto tiempo, contestó  “Porque no tengo nada de que acusar a la vejez”. 

Yo tampoco tengo nada en contra de los que llegan a una edad que solamente los prudentes alcanzan, y a muchos los admiro por las frescuras de sus ideales, como a Domingo Faustino Sarmiento de quien se decía que cuando estaba ya viejo de años, estaba más joven que nunca por sus ideales. O de Ralph Waldo Emerson, nacido en el año 1803, de quien dijo José Ingenieros que: “Cada año que pasaba sobre él, cada nueva cana sobreviviente, aumentaba la firmeza moral del hombre que seguía dando a la nación nuevas expresiones de su mensaje ético”. [José Ingenieros, Hacia una moral sin dogmas, pág. 61].

Ese mismo Emerson que consideraba en uno de sus primeros discursos titulado El hombre Reformador, lo siguiente: “Debemos revisar toda nuestra estructura social, el Estado, la escuela, la religión, el matrimonio, el comercio, la ciencia y examinar sus fundamentos en nuestra propia naturaleza; nosotros no debemos limitarnos a comprobar que el mundo ha sido adaptado a los primeros hombres, sino preocuparnos de que se adapte a nosotros, desprendiéndonos de toda práctica que no tenga sus razones en nuestro propio espíritu. ¿Para qué ha nacido el hombre si no es para ser un reformador, un rehacedor de lo que antes hizo el hombre, para renunciar a la mentira, para restaurar la verdad y el bien, imitando la gran Naturaleza que a todos nos abraza sin descansar un instante sobre el pasado envejecido, rehaciéndose a toda hora, dándonos cada mañana una nueva jornada y una pulsación de la vida nueva? Renuncie a todo lo que ya no tiene por verdadero, remonte sus actos a su idea primera, nada haga donde no comprenda que el Universo mismo le da razón”. [ibídem, pág. 71].
  
No obstante esa admiración por la vejez, hoy quiero comenzar este blog con el presente, no con el pasado, y por eso lo dedico a la juventud, pero también a aquellos que también a pesar de los años se sienten jóvenes,  pues comparto con el mismo José Ingenieros, autor a quien he citado más arriba, que confieso fue uno de mis preferidos en los tormentosos años de la política de principio de los años 60s. y que contribuyó a mi formación, decía:  “La juventud, es por definición capacidad renovadora; la virilidad humana sólo se mide por la aptitud de renovarse parcialmente dentro de las orientaciones ya adquiridas. Cuando ella se apaga, cuando se miran con temor las ideas y los métodos que son piedras miliares en el sendero del porvenir, podemos asegurar que un hombre o una nación comienzan a envejecer; y si el temor se convierte en odio sordo, en suspicacia hostil, es un signo inequívoco de irreparable decrepitud”. [José Ingenieros, Hacia una moral sin Dogmas, pág. 106]. 

En un mundo complejo como el que vivimos, donde hay tantos valores que rescatar o en todo caso reformar, estamos obligados a construir un nuevo paradigma de comportamiento social, para lo cual debemos comenzar por aquel segmento de la población que todavía se encuentra en un proceso de aprendizaje y capaz de asimilar la inyección de los debidos valores, me refiero a la juventud.
 
 La verdad es que aparentemente no parece de este tiempo hablar de Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense, cuando observamos  los extraordinarios aportes a la humanidad que han realizado en el campo de las tecnologías de la información y comunicación, las celebradas tics., los grandes de la materia como son Mark Zuckerberg, fundador de Facebook; Scott Kurmit al fundar The Mining Company, predecesora de About.com; Craig Newmark, en Craigslist; Jimmy Wales, cofundador de Wikipedia; Jeff Bezos, fundador de Amazon; Evan Williamns y Meg Hourihan, creadores de Blogger.com; Sergey Mijaylovich Brin, uno de los fundadores de Google; Jack Dorsey, cofundador de Twitter; Bill Gates, con su emblemática Microsoft; hasta el recién fallecido Steve Jobs, fundador de Apple, entre otros.

  
Sin embargo, asumo el riesgo que implica  ser acusado de  cursi, estar “out” o “pasao” y recurro  hoy a un poema de Rubén Darío, para manifestar mis sentimientos, respeto y admiración a la juventud, cuyo título es Canción de Otoño en Primavera, que transcribo a continuación: 


Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer... 



Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción. 


Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor. 

Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor. 


Yo era tímido como un niño. 

Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño, 

Herodías y Salomé... 



Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer... 



Y más consoladora y más 

halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva 

cual no pensé encontrar jamás. 



Pues a su continua ternura

una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura
 una bacante se envolvía... 



En sus brazos tomó mi ensueño

y lo arrulló como a un bebé...

Y te mató, triste y pequeño,

falto de luz, falto de fe...


Juventud, divino tesoro,

¡te fuiste para no volver! 

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...


Otra juzgó que era mi boca

el estuche de su pasión; 

y que me roería, loca,

con sus dientes el corazón. 



Poniendo en un amor de exceso 

la mira de su voluntad, 

mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;



y de nuestra carne ligera

imaginar siempre un Edén,

sin pensar que la Primavera 

y la carne acaban también... 



Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer. 



¡Y las demás! En tantos climas,

en tantas tierras siempre son,

si no pretextos de mis rimas 

fantasmas de mi corazón.



En vano busqué a la princesa

que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa.

¡Ya no hay princesa que cantar! 



Mas a pesar del tiempo terco,
 
mi sed de amor no tiene fin; 

con el cabello gris, me acerco 

a los rosales del jardín... 



Juventud, divino tesoro, 

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... 

y a veces lloro sin querer...
 
¡Mas es mía el Alba de oro!

Quiero terminar este mensaje exhortando a todos sus destinatarios  a que fomenten y fortalezcan sus valores éticos, mejoren sus niveles educativos  y mantengan la fe en tener un mejor país, único lugar,  donde no somos extranjeros, según el dicho popular. ¡Adelante jóvenes… y quienes se sientan como tales! ¡Ustedes son el futuro!.