ANTECEDENTES
Imagen Wikimedia Commons |
La Francia histórica, cultural y romántica ha sido uno de los grandes abrevaderos donde con más frecuencia la literatura universal ha ido a beber en sus fuentes inagotables, pero de manera principal en la parte histórica en el período relativo al último monarca y a su célebre revolución. Todavía, a pesar del tiempo transcurrido es motivo de inspiración, lectura y estudio. De ella heredamos los dominicanos la mayoría de los códigos y otras disposiciones legales.
Quiero dedicar un poco de tiempo para tratar de recrear algunos momentos de ese capítulo de la historia francesa. Una larga historia que quiero contar en poco tiempo. Me refiero a la ejecución del último monarca de la Dinastía de los Borbones, el rey Luis XVI.
En el siglo XVII se inicia en Francia la denominada Dinastía de los Luises, de la Casa Borbón, con la coronación del rey Luis XIII y posteriormente representada por Luis XIV, Luis XV y finalizada con Luis XVI, en el siglo XVIII. Muchos años de luces y de sombras fueron constantes en esa época. Luises buenos y Luises malos reinaron en la Francia monárquica.
Algunos de ellos se caracterizaron por ordenar la construcción de grandes edificios, como Luis XIV, llamado el Rey Sol, quien dispuso por los años 1660 la construcción del Palacio de Versalles, edificación que en la actualidad mantiene toda su magnificencia y ha sido declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Hay dos expresiones atribuidas a ese soberano que han pasado a la historia como de las más celebres. La primera, “L'État, c'est moi” (”El Estado soy yo”), y la segunda, que pronunciaba siempre que se le planteaba un asunto delicado en que debía emitir una opinión, “Ya veré”.
Por más de cien años la nobleza francesa, luego de haberse impuesto a la nobleza latifundista que cohabitaba con ella en los propios territorios y con sus propios hombres armados, que se concentraba en los denominados señores feudales, no solamente había sido absoluta, sino también popular. Sin embargo, todo comenzó a cambiar con la ascensión al trono del tercero de los Luises, el rey Luis XV, bisnieto de Luis XIV, en quien desde el principio se puso todo el esmero para que recibiera una buena educación, ya que al morir su bisabuelo tenía cinco años de edad y había sido designado su sucesor. Existía marcado interés de la monarquía en que el sucesor del Rey Sol siguiera sus pasos, pero llegada la ocasión se descuidó de los asuntos de gobierno y se dedicó a llevar una vida licenciosa y libertina.
Algunos autores consideran que el cambio de Luis XV se produjo cuando escogió como favorita a una mujer de la burguesía y continuó cuando eligió a su sucesora entre el proletariado. Es como nos dice Duff Cooper: “El rey había cesado de ser la cabeza de la sociedad”.
Los escándalos que se producían en la corte Luis XV eran de todos conocidos, agravándose la situación cuando Jeanne-Antoinette Poisson, conocida como madame de Pompadour, se convirtió no solamente en la amante preferida del rey, sino en la persona de mayor influencia. Según Luis iba envejeciendo, más se dedicaba a la diversión, y es en ese escenario donde dispuso la construcción en el Palacio de Versalles del llamado Parque de los Ciervos, que realmente era un burdel donde acudían a través de pasadizos y escaleras ocultas, mujeres hermosas a satisfacer los apetitos sexuales del rey.
Dice Robert Greene que “Luis XV simboliza el destino de aquellos que heredan algo grande o que siguen los pasos de un gran hombre. Para un hijo o sucesor puede parecer fácil construir sobre los grandes cimientos que le han legado, pero la verdad es que en el ámbito del poder ocurre todo lo contrario. El hijo mimado y consentido despilfarra casi siempre la herencia, porque no comienza con la necesidad que tuvo el padre de llenar un vacío”.
A Luis XV le sucedió en el trono de Francia su nieto Luis XVI, quien al nacer le pusieron el nombre de Louis-Auguste y en quien los franceses pusieron la esperanza de que los errores cometidos por su predecesor serían corregidos. Antes de haber sido coronado, contrajo matrimonio con María Antonieta, hija de la emperatriz de Austria, quien para ese entonces tenía 15 años de edad y gozaba de una gran belleza y gran prosperidad, al extremo tal que se afirma que antes de ser reina le escribió a su madre expresándole la suerte que ella tenía de ocupar una posición desde la cual se podía ganar el afecto de los demás.
Por el papel jugado posteriormente en la historia de Francia y de la humanidad, quizás es importante decir que la posición de oficial subteniente que Napoleón Bonaparte, futuro emperador de Francia, obtuvo cuando apenas tenía dieciséis años y quince días, fue firmado por el propio Luis XVI, con fecha 1ro. de septiembre de 1785.
Sobre el mencionado rey nos dice el arriba citado Cooper que “Luis no fue capaz de rescatar el prestigio perdido por Luis XV. Es cierto que todos los auspicios eran favorables al iniciarse el nuevo reinado. Un rey joven y virtuoso en lugar de uno senil y cobarde; y una reina joven y bella en vez de una colección de favoritas. Los ministros que no gozaban de popularidad tuvieron que dimitir, y en lugar de ellos fueron nombrados otros que contaban con la simpatía de las masas. Y es interesante notar que justamente Talleyrand ha escrito que la palabra “popular” apareció en aquella época por primera vez asociada públicamente con el nombre de ciertos ministros. La popularidad de un ministerio empezaba a constituir un factor de importancia”.
Cooper concluye enjuiciando a Luis XVI de la manera siguiente: “El nuevo rey y el nuevo gobierno eran, pues, populares, lo que equivale a decir que eran queridos por el pueblo. La sociedad elegante, en cambio, bastante liberal entonces en sus ideas, y para la cual el pueblo, más que un determinado número de individuos, era un algo abstracto, esta sociedad, de moral libertina, de modales refinados y pagana de corazón, no podía mostrarse aliada a un joven monarca que no era ni inteligente ni elegante, sino simplemente decidido a repartir el bien y la justicia”.
Poco a poco la Francia de Luis XVI se había convertido en una sociedad demasiado injusta. Algunos como Talleyrand, quien había presenciado su coronación, en Reims, en el año 1775 y su ejecución en el año 1793, desde la posición de abogado general del clero trataron de impulsar algunas reformas, pero no se obtuvieron resultados concretos. Por ejemplo, en Bretaña, un pueblo mayormente en esa época de navegantes, existía una disposición de la Iglesia según la cual las esposas de los pescadores que no volvieran luego de una travesía marítima no podían ser consideradas como viudas ni solteras, pues sus esposos no podían considerarse muertos. Tenían que permanecer solteros. Talleyrand propuso que esa disposición se eliminara a fin de que luego de cierto tiempo de ausencia esas mujeres fueran declaradas legalmente viudas, pero esa propuesta no prosperó.
Ese personaje, consciente de que la iglesia era rica, abogó para que la Lotería Real, que constituía una de las fuentes de ingreso del Estado, fuera comprada por la iglesia y que luego la hiciera desaparecer. Se considera que esa propuesta era una expresión de doble moral, pues el mismo proponente desde su adolescencia era un jugador empedernido. La misma fracasó.
Para 1789 era inminente la quiebra financiera de Francia lo que obligó a Luis XVI a convocar los Estados Generales, que era como convocar al pueblo. La última vez que ese órgano había sido convocado fue en el año 1614. En él se encontraban representados las tres clases predominantes de la época, que eran el clero, la nobleza y el Tercer Estado, para lo cual cada clase designó su representante.
Ya antes, en febrero de 1787, a sugerencia del ministro Calonne, Luis XVI había reunido en Versalles a las Asambleas de Notables, órgano que la última vez que lo había hecho fue durante el reinado de Luis XIII y donde se presentó una profunda reforma fiscal que perseguía entre otros puntos, disminuir el considerable déficit fiscal. Esta asamblea fue disuelta en marzo de ese mismo año sin resultados positivos.
Un juicio con el que muchos coinciden es el que nos emite el citado Robert Greene cuando nos dice que la corte de Francia del siglo XVIII, ejemplificada por María Antonieta, se había aferrado tan desesperadamente a una formalidad inflexible que el francés medio la consideraba una reliquia estúpida. Esta devaluación de una institución con siglos de antigüedad fue el primer síntoma de una enfermedad terminal, porque representaba un aflojamiento simbólico de los lazos del pueblo con la monarquía. Mientras la situación empeoraba, María Antonieta y Luis XVI se volvieron todavía más rígidos en su apego al pasado y aceleraron así su camino a la guillotina.
Es en este ambiente que se produce el 14 de julio de 1789 la Toma de la Bastilla, dándose inicio de esa manera a la explosión popular conocida universalmente como la Revolución Francesa, con cuyo triunfo se encontraba sellada la suerte del Rey Luis XVI, pues ella fue dirigida contra lo que el rey representaba. En el próximo post veremos la acusación, la defensa y la ejecución de Luis XVI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario