Todos los hombres desearían ser Dios si ello fuera posible, y
algunos de ellos encuentran
difícil admitir esa imposibilidad. Éstos son los hombres formados según el
modelo del Satán de Milton y que combinan, como él, la nobleza con la impiedad.
(Bertrand Russell).
Las elecciones de mayo
Como es de
conocimiento de ustedes, con la proclamación de la Constitución el 26 de enero
de 2010 las elecciones para escoger al Presidente y al Vicepresidente de la
República en vez de celebrarse el 16 de mayo, como era ya una tradición en
nuestro país, se celebrarán el tercer domingo del mes de mayo, correspondiendo
las próximas al 20 de mayo del año en curso. Al efecto, la Junta Central
Electoral dictó el 15 de febrero su Proclama para la celebración de las
elecciones donde serán electos el Presidente y Vicepresidente de la República,
así como los Diputados y Diputadas en el Exterior, declarándose abierto el
período electoral, teniendo derecho a concurrir a ellas 6 millones 502 mil 968
ciudadanos hábiles para sufragar.
La misma
Proclama establece que si ninguno de los candidatos a la Presidencia y
Vicepresidencia de la Republica obtuvieren en las elecciones de mayo al menos
más de la mitad de los votos válidos emitidos, se efectuará una segunda
elección el último domingo del mes de junio del presente año, en la que sólo
participarán las dos candidaturas para el nivel presidencial que obtuvieron
mayor cantidad de votos válidos en la primera elección.
Pero desde
antes de la Junta Central Electoral haberla declarado abierta oficialmente,
muchos meses (¿o años?), ya estaban los partidos políticos dominicanos
involucrados en plena campaña.
El Pacto por la Democracia: una brevísima historia.
Muchos posiblemente
ignoren que el 27 de octubre del año 1994 fui designado por el Senado de la
Republica Suplente del Presidente de la Junta Central Electoral, Dr. César
Estrella Sadahalá, correspondiendo a ese órgano organizar las elecciones
generales del año 1996 que fueron acortadas para ser celebradas ese año y no el
16 de mayo de 1998, a consecuencia del pacto político denominado Pacto por la
Democracia resultante de la crisis electoral del año 1994 en virtud del cual se
modificó por primera vez desde el año 1966 la Constitución de la República,
introduciéndose algunas novedades como la doble vuelta electoral para las
elecciones presidenciales, así como el Consejo Nacional de la Magistratura para
la designación de los Jueces de la Suprema Corte de Justicia, atribución que
antes correspondía al Senado de la República.
Esas elecciones
del año 1996 fueron ganadas en la segunda vuelta, pues en la primera vuelta
ninguno de los candidatos alcanzó el 50% más un voto que se requería, por el
Dr. Leonel Fernández Reyna, quien resultó electo Presidente de la República y
el Dr. Jaime David Fernández Mirabal, como Vicepresidente.
Sobre esa
Junta Central Electoral nos dice Sandino Grullón: “Como era de esperarse, después de los turbulentos comicios de 1994,
las fuerzas políticas mayoritarias llegaron a un acuerdo para que el Senado de
la República, designara una nueva Junta Central Electoral, integrada por
distinguidas personalidades para organizar las elecciones presidenciales del 16
de mayo de 1994. Con la misión de que, si ninguno de los partidos obtenía más
del 50% de los votos, esta Junta organizara las elecciones de la segunda
vuelta”.
“La misma estuvo integrada, sigue diciendo Grullón, por
el Dr. César Estrella Sadhalá, presidente, Dr. Jorge Subero Isa, suplente del
presidente. Como miembros, Dr. Juan Sully Bonnelly, Dr. Luis A. Mora Guzmán,
Dr. Rafael A. Vallejo Santelises y la Dra. Aura Celeste Fernández. Como
suplentes de miembros, Dr. Luis Arias, Dra. Margarita Gil, Dr. Rafael Cáceres
Rodríguez y el Dr. Francisco Díaz Morales. (Grullón, Sandino, Historia Electoral Dominicana, Siglo XX,
segunda edición, 1900-2004, pág. 339-340).
Al presentar
el Dr. Estrella Sadahlá su renuncia con efectividad al 1ro. de mayo de 1997 y
ser yo su Suplente me correspondió asumir la presidencia de esa Junta Central
Electoral, posición en la que me encontraba al momento de ser escogido por el
Consejo Nacional de la Magistratura para presidir la Suprema Corte de Justicia,
lo cual ocurrió el 3 de agosto de ese mismo año 1997. Se preguntarán muchos que
cómo llegue a ser Suplente del Presidente de la Junta Central Electoral y luego
de la Suprema Corte de Justicia. Posiblemente algún día escriba algo sobre esas
circunstancias.
Con ese
preámbulo quiero manifestarles que el tema no me es indiferente, ni como ex
integrante del que en esa época era el único órgano electoral del país ni hoy como ciudadano.
¿Por qué elegir a otras personas para que nos gobiernen?
Vamos a
partir de una pregunta: ¿por qué elegimos a otras personas para que nos gobiernen?
Sobre el tema se ha escrito demasiado y se ha debatido mucho. Lo cierto es que desde
que el ser humano nace se convierte en un ente de conflictos debido a que las
relaciones entre las personas son fuentes inagotables de ellos. De la única
manera que eso se evita es si viviéramos totalmente aislados, lo cual no ha
sido posible antes, ni ahora y mucho menos en el futuro. La existencia de
controversias es inherente a la sociedad humana misma. Resulta evidente que
entre más numerosos sean los grupos sociales mayores han de ser los niveles de
conflictividad.
Históricamente
las primeras dificultades de convivencia se presentaron en la célula primaria
de la sociedad que es la familia, donde el padre, considerado el jefe, le
correspondía imponer su autoridad. Hoy en día aunque esa autoridad ha cambiado
bastante el padre sigue siendo el principal responsable del núcleo familiar. De
su sabiduría y prudencia depende en gran medida el futuro de su familia.
En la medida
en que se acentuaron las relaciones entre las personas los conflictos desbordaron
el ámbito de la familia y se hicieron de mayor magnitud, escapando su solución
a los propios jefes de familia. Posiblemente de ahí es que surge la necesidad
de buscar a alguien que fuera más o menos neutral, que tuviera la suficiente
autoridad y poder para imponerse. Ese alguien no podía ser una persona común
sino alguien con condiciones especiales que actuara como si fuera un dios o
como su representante.
La idea de
asociar el poder político a las religiones cubriéndolo con el manto de un rey,
emperador, soberano o califa, quienes eran considerados representantes de Dios en la tierra, dominó gran parte
de la historia de la humanidad, pues las diferentes religiones tenían una
fuerte influencia en el ejercicio del poder.
Entre los
árabes, por ejemplo, Abú Bakr, quien estaba casado con Aisha, hija de Mahoma,
llegó a decir a la muerte de éste: ¡Hombres, si veneráis a Mahoma, Mahoma ha
muerto; si veneráis a Dios, Dios vive”. O también como se consideraba al rey de
Francia antes de la Revolución de 1789 que el rey sólo a Dios debía su poder
supremo, es el jefe soberano de la nación; el Poder Legislativo residía en la
persona del soberano, sin dependencia, sin partición.
Dice Fernando Savater que la fuerza y el conocimiento, que antes tenía que demostrar el
candidato a jefe personalmente y día tras día, se convirtieron en atributos del
cargo o jefatura que se ocupaba: antes se era jefe por ser el más sabio o el
más fuerte y luego se fue el más sabio o el más fuerte porque se ocupaba el
puesto de jefe.
A pesar de
que fueron los griegos quienes inventaron la democracia, concebida como un
sistema de igualdad existente pura y simplemente entre ellos, es modernamente
cuando podemos hablar propiamente de regímenes democráticos. Es a partir de la
Independencia de los Estados Unidos de América el 4 de julio de 1776, así como
de la Revolución Francesa del 14 de julio de 1789 cuando se produjo el gran
cambio en el mundo en cuanto a los mecanismos para acceder al poder político,
lo cual ocurre mediante los procesos electorales.
Las
elecciones constituyen la base fundamental de la democracia en cualquier país,
pues a través de ellas el Pueblo elige a sus legítimos representantes, razón
por la cual las mismas deben estar rodeadas de la mayor transparencia y del
mantenimiento de la igualdad de condiciones entre todos los participantes.
Cuando
decidimos elegir a un gobernante lo hacemos para que alguien con suficiente
poder nos permita vivir en sociedad con determinadas leyes y reglas a las
cuales debemos someternos y garantizar un orden sin el cual no sería posible la
convivencia. Preferimos renunciar cada uno de nosotros a ser gobernantes y
ceder ese derecho a otra persona a quien le atribuimos condiciones que
posiblemente nosotros no tengamos.
Podemos decir
que entre ese posible jefe que hoy es candidato y nosotros “suscribimos” un
pacto donde él se compromete a cumplir con lo prometido y nosotros nos
comprometemos a respetar sus ejecutorias. Los candidatos nos formulan promesas,
muchas veces contenidas en sus programas de gobierno y en la medida que nos
identificamos con ellas le ofrecemos su apoyo. Pero la mayoría de las veces ese
pacto es violado no por nosotros los votantes sino por el votado que resultó
triunfador.
La
Constitución de la República nos dice que la soberanía reside exclusivamente en
el pueblo, de quien emanan todos los poderes, los cuales ejerce por medio de
sus representantes o en forma directa, en los términos que establecen la propia
Constitución.
El próximo 20
de mayo elegiremos un nuevo Presidente de la República sobre cuyos hombros recaerá
de manera fundamental la dirección del Estado Social y Democrático de Derecho,
fundado en el respeto de la dignidad humana, los derechos fundamentales, el
trabajo, la soberanía popular y la separación de los poderes públicos, como lo
consagra la Constitución de la República.
Pero además,
ese Estado que ha de dirigir el presidente que resultare electo tiene como
función esencial la efectiva protección de los derechos de la persona, el
respeto de su dignidad y la obtención de los medios que le permitan
perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un
marco de libertad individual y de justicia social.
La
conferencia del Episcopado Dominicano, en su Mensaje a la Nación dedicado a los
50 años de elecciones democráticas del Pueblo Dominicano, ha dicho:
“SUFRAGUEMOS por el candidato de nuestra preferencia, ya que sólo cumpliendo
con nuestros deberes cívicos, estaremos en condiciones de exigirles válidamente
a quienes resulten electos que cumplan sus promesas, que, sobre todo, al ser
juramentados por la Asamblea Nacional “ante Dios”, obedezcan fielmente el
mandato de la Constitución y las Leyes”.
En virtud del
principio de la supremacía de la Constitución ninguna persona ni ningún órgano
de la administración pública pueden adoptar medidas o acciones en forma de ley,
decreto, resolución, reglamento o acto que sean contrarios a la Constitución,
pues de ser así serían nulos de pleno derecho. A este principio no escapa el
proceso electoral cuando se vulnera la Constitución de la República.
Sin embargo,
debo aclarar que de pleno derecho no significa que cada ciudadano se convierta
en árbitro de la legalidad o de la constitucionalidad de esas actuaciones, sino
que corresponde a los órganos jurisdiccionales establecidos por el propio
Estado decidir en consecuencia. Esto es una mera aplicación del principio “in dubio pro legislatore”.
Ya para el
año 1670 Barruch Spinoza había escrito en su obra Tratado teológico- político
los siguiente: “De los fundamentos del
Estado se deduce evidentemente que su fin último no es dominar a los hombres ni
acallarlos por el miedo o sujetarlos al derecho de otro, sino por el contrario
libertar del miedo a cada uno para que, en tanto que sea posible, viva con
seguridad, estos es, para que conserve el derecho natural que tiene a la
existencia, sin daño propio ni ajeno. Repito que no es el fin de Estado
convertir a los hombres de seres racionales en bestias o en autómatas, sino por
el contrario que su espíritu y su cuerpo se desenvuelvan en todas sus funciones
y hagan libre uso de la razón sin rivalizar por el odio, la cólera o el engaño,
ni se hagan la guerra con ánimo injusto. El verdadero fin del Estado es, pues,
la libertad”. (Citado por Fernando Savater, Política para Amador, pág. 54).
¿Y si hay un
fraude electoral? De manera novelada trataremos el tema en el próximo post.
Sumamente interesante, un real analisis del proceso democratico en nuestro país.
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