lunes, 6 de abril de 2015

El Poder Judicial y la libertad de prensa tienen el mismo enemigo: la intolerancia.




La primera libertad que suprime la intolerancia política es la libertad de prensa. Y el primer Poder del Estado que sucumbe es el Poder Judicial.


El doctor Rafael Molina Morillo tenía conocimiento de mis buenas relaciones con los presidentes de las cortes supremas de justicia de América Latina, pues en una conferencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), celebrada en el año 2002 en el hotel Mayflower, Washington, D.C, sobre la relación entre la justicia y prensa, a la que asistí por sus gestiones, lo hice partícipe de mis amigos Genaro Góngora Pimentel, de México, Luis Paulino Mora Mora, de Costa Rica y José Andréu García, de Puerto Rico. Por los Estados Unidos de América participó Stephen Breyer, Juez de la Corte Suprema de Justicia.

Por esa razón cuando poco tiempo después se daba como un hecho su designación como presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) el Dr. Molina Morillo me visitó en el despacho que ocupaba en la Suprema Corte de Justicia con la idea de que una vez fuese designado en ese organismo organizáramos en conjunto una conferencia en nuestro país sobre el tema de las relaciones entre los jueces y la prensa. Me entusiasmó la idea, y tan pronto el Dr. Molina Morillo asumió la presidencia de la SIP comenzamos los trabajos de organización, previa aprobación del Pleno de la Suprema Corte de Justicia. Él se encargaría de los periodistas y nosotros de los jueces.

Fue así que escogimos como marco para el evento el título de  “CONFERENCIA HEMISFÉRICA: PODER JUDICIAL, PRENSA, IMPUNIDAD”, la cual se celebró en el hotel Hilton, de la capital dominicana del 18 al 20 de julio de 2007, con la asistencia de los magistrados jueces Ricardo Luis Lorenzetti, presidente de la Suprema Corte de Justicia de  Argentina; Graciela J. Dixon C., presidenta de la Corte Suprema de Justicia de Panamá; Francisco Távara Córdova, presidente de la Corte Suprema del Perú; Elvia Rosa Díaz de León D’Hers, consejera de la Judicatura, Consejo de la Judicatura Federal de México; Arthur L. Alarcón, juez de la Corte de Apelaciones – Noveno Circuito, Los Angeles, California.

El día 19 de julio, cuando oficialmente se dio apertura a dicha conferencia, me correspondió pronunciar las palabras de apertura, para lo cual escribí lo que sigue a continuación:

“La Suprema Corte de Justicia, órgano judicial supremo de la República Dominicana y con ella todo nuestro Poder Judicial, les da a todos ustedes: periodistas, jueces y acompañantes, la más cordial bienvenida y desea compartir el regocijo que nos embarga por la invitación formulada por la Sociedad Interamericana de Prensa para co-auspiciar esta gran comunidad de justicia y prensa.

El tema que hoy nos convoca no es desconocido para el Poder Judicial de la República Dominicana, pues ya en la IV Conferencia del Poder Judicial Dominicano, celebrada en octubre de 2003, abordamos el tema Justicia y Prensa, donde se puso de manifiesto las debilidades y fortalezas de ambos sectores.

Estamos conscientes de que la justicia ha dejado de ser edificios de mármol, impenetrables, libres del escrutinio de la sociedad, una especie de caja negra en la que entraban acusados y salían culpables o inocentes; estatuas de ojos vendados, mucho latín y escenario de eternas e incomprensibles discusiones entre especialistas. Eso es bueno, muy bueno, pues si bien la Justicia se ha convertido en noticia y por ende lo judicial en un producto de consumo ofertado por los medios de comunicación, no es menos cierto que dichos medios juegan un importantísimo rol en mantener informada a la sociedad acerca del comportamiento de los funcionarios judiciales, contribuyendo así a regular las acciones de estos y a asegurar que las mismas, en todo momento, estén apegadas a las leyes, sean coherentes con los derechos individuales y expresión de las garantías constitucionales .

De manera pues, que los medios de comunicación son, sin lugar a dudas, un excelente auxiliar de la Justicia en la medida que contribuyen a una mejor, más ponderada y juiciosa administración de ella por parte de sus funcionarios.

Desde que el ser humano decidió abandonar el individualismo en la toma de decisiones políticas y constituir un órgano denominado Estado, para que se encargara de organizar la Nación, surgió la lucha por el poder, y con éste los regímenes despóticos y los regímenes democráticos, dependiendo de la categoría que se le asignara al respeto a los derechos y deberes del ciudadano al momento de reglamentar la vida en sociedad.

La expresión más acabada de un régimen democrático es el Estado de Derecho, que obliga a las instituciones estatales detentadoras de la fuerza material, a mantenerse y sujetarse al imperio de la Ley. Este límite que fija la ley adquiere superior dimensión cuando entre el ciudadano y las instituciones estatales surge un conflicto derivado de una violación a las libertades individuales, correspondiendo a la prensa informar sobre ese hecho y al juez restituir y sancionar la libertad vulnerada.

El juez carece de fuerza material para cumplir con su deber. Solamente la fuerza moral de la toga se puede imponer a la fuerza material estatal.

Como nos dice el magistrado italiano Gervasio Lococo Cortazar: “Por eso, el Juez no puede hacerse la ilusión de poderse enfrentar con los demás poderes del Estado, y de poder resolver, él solo, el problema de su independencia. La lucha por la independencia real y efectiva es una lucha que el Juez debe hacer más como ciudadano que como Juez, pues esa independencia representa un bien precioso para el ciudadano, más que para el Juez. El Juez, bajo este aspecto, es un producto maduro de una sociedad consciente de querer vivir libre. Por lo tanto, lo que hay que hacer es que cunda en la sociedad la convicción de lo esencial que es, en una sociedad libre, la independencia del Juez. Una independencia efectiva no puede tener otra base”.

La democracia sigue siendo todavía el mejor sistema de gobierno, y los partidos políticos la vía más democrática para llegar al poder a través de elecciones libres.

Pero una democracia no es tan sólo un ideal, es el resultado de una constante lucha contra la intransigencia y el absolutismo.

Cito algunas expresiones de Norman Mailer contenidas en su discurso pronunciado en el Club de la Commowealth de San Francisco en marzo de 2003, cuando dijo: “La verdadera democracia nace de batallas humanas, individuales y sutiles, que se libran a lo largo de décadas e incluso de siglos, batallas que consiguen construir tradiciones. Las únicas defensas de la democracia son esas tradiciones democráticas. Cuando uno empieza a ignorar esos valores, está jugando con una estructura noble y delicada. La democracia es un estado de gracia que sólo alcanzan los países que poseen gran cantidad de individuos dispuestos no sólo a gozar de la libertad, sino a trabajar duramente para mantenerla”.

La prensa y el juez tienen varios puntos en común. Pero hay uno que resalta en la actualidad. Ninguno de esos dos sectores fabrica los problemas que generan la noticia. Pero a ambos se les atribuye y se les acusa, cuando ejercen sus funciones, de fomentar la delincuencia.

A la prensa, porque ella difunde, más que destaca, los hechos que han ocasionado el hecho repulsivo, y mientras mayor sea la cobertura que se le da, mayor será la acusación.

Al juez, porque al aplicar la ley, al dirimir el conflicto generado en la comunidad, no satisface la expectativas que cada uno se forma sobre la base de su particular interpretación de la ley.

Para muchos parecería que sin la difusión por parte de la prensa del hecho acontecido y sin la aplicación de la ley por los jueces, no se generarían delitos y conflictos en la sociedad.

Y yo me pregunto:

¿Tienen la prensa y el juez la culpa de que más de una tercera parte de la población del mundo viva en la pobreza, con menos de un dólar por día, menos que el subsidio a cada cabeza de ganado en Europa?

¿Tienen la prensa y el juez  la culpa de que como dice Joseph Stiglitz: “La globalización ha vuelto más pobres a muchos de los países más pobres del mundo en desarrollo. Incluso cuando están en una mejor situación, se sienten más vulnerables”? O como dice Ernesto Samper Pizano que el problema más grave de la globalización es que no ha sido global en sus beneficios.

¿Tienen la prensa y el juez la culpa de que en el 2020 se espere que mueran de SIDA más de 68 millones de personas en el mundo en desarrollo?

¿Tienen la prensa y el juez la culpa de que Latinoamérica se encuentre amenazada por un problema crucial no tradicional dentro de nuestros problemas, como es el relativo a la seguridad personal, la protección de las personas, de la integridad de la persona, donde se considera que en el caso del Brasil, solamente éste país gastó hace unos cuantos años, en un solo año, 38 millones de dólares, que significa cinco veces más que la suma destinada a la educación?

La prensa y el juez tienen muchos enemigos comunes, pero el más peligroso de ellos es la intolerancia, porque en ambos casos conlleva la pérdida de la independencia de funciones, implicando para la primera la censura o lo que es peor, la autocensura, y en el caso del juez, la pérdida del equilibrio al momento de tomar una decisión.

La intolerancia provoca violencia y agresiones físicas que muchas veces originan la muerte; sin embargo, tanto en el caso de la prensa como en el juez la no sanción contra esos actos produce frecuentemente una inaceptable impunidad, que sirve de caldo de cultivo para que los mismos se repitan.

La primera libertad que suprime la intolerancia política es la libertad de prensa. Y el primer Poder del Estado que sucumbe es el Poder Judicial. En fin, nos quedamos sin información independiente y sin un órgano capaz de restablecer el equilibrio roto y de vencer la fuerza material del Estado.

La prensa escrita ha de enfrentar el reto que representa competir con las comunidades intangibles, encabezadas por el blogging, pues se están generando nuevas formas de comunicación, nuevas clases de lenguaje e incluso nuevas clases de relaciones. Muchas veces la presión de los bloggers es mayor que la de la propia prensa tradicional.

Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en una información recogida por la prensa dominicana el fin de semana pasado, donde nos dice que el blog de la famosa actriz y directora china, Xu Jinglei, considerado el año pasado el más popular del planeta, con 50 millones de visitas, nuevamente vuelve a hacer historia al alcanzar los 100 millones.

Por su parte, el juez tiene el reto que representa enfrentar con éxito los nuevos delitos derivados de las modernas tecnologías y las formas cada día más sofisticadas de violar la ley.

Creo que tanto en cuanto a la prensa como en cuanto al juez, debemos de hacer las cosas de manera que nos ajustemos a nuestros tiempos, que asimilemos los cambios y les demos a los problemas el tratamiento que los tiempos demandan.

A propósito de lo anterior quiero relatar una anécdota que nos recuerda Eamonn Kelly: “En los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, el ejército inglés estaba perplejo. Al usar artillería pesada que no había cambiado desde la guerra de los bóeres (salvo que entonces los cañones eran emplazados por caballos y no por camiones), los artilleros descubrieron que eran incapaces de igualar el ritmo de disparos de sus enemigos alemanes, que usaban una artillería similar. Intrigados e incapaces de identificar cualquier deterioro en su rutina de cargar, apuntar y disparar, los militares recurrieron a la nueva disciplina de estudios de tiempos y movimientos para descubrir la fuente de su relativa ineficiencia.

El experto en este campo que contrataron observó calmadamente la rutina de los artilleros. La filmó y la estudió repetidamente. No tardó en detectar un elemento de su rutina que no pudo explicar lógicamente: antes del disparo del cañón, dos soldados se retiraban de la operación, retrocedían y permanecían en posición de saludo hasta que se realizara el disparo, momento en el cual volvían a participar en la rutina. Era una obvia ineficiencia, pensó el experto, pero como no estaba muy enterado de las cosas militares, dedujo que tenía que haber una justificación. Así que le mostró el filme a un viejo coronel de la artillería, que lo vio, pensó en lo que había visto y pidió verlo de nuevo, hasta que finalmente soltó una carcajada. “Sí, ya sé lo que están haciendo – le dijo al experto -, y no, ya no tienen que hacerlo. ¡Están sujetando a los caballos para que no se encabriten!” En la próxima década, si queremos resolver los problemas de nuestro tiempo, es importante que podamos “soltar los caballos” y aceptar la necesidad de cambiar”.

Dejo la moraleja para que cada uno deduzca el mensaje que he querido dirigir.

Concluyo diciendo que si las actuales generaciones no preservamos los valores democráticos y no introducimos los cambios que los tiempos demandan, las futuras generaciones nos lo tomarán en cuenta y su veredicto será sólo uno: CULPABLES.

Muchas gracias, a todos.

Jorge A. Subero Isa
Presidente
Suprema Corte de Justicia
República Dominicana. –
19 de julio de 2007”.


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