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UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN LLAMADO DON PABLO
Nunca es tarde para comenzar (dicho popular)
Mientras
muchos pensaban que había terminado él estaba comenzando. En esa etapa de su
vida lo conocí a principios de la década de 1980, luego de haber sido puesto en
retiro como general de la Fuerza Aérea Dominicana, con apenas 40 años de edad,
donde llegó a ocupar la posición de Jefe del Estado Mayor y haber presidido una
prestigiosa entidad encargada de organizar torneos de baloncesto. Gozó de un
gran prestigio primero entre sus compañeros de armas, y luego entre los amantes
del baloncesto. Respetado y querido por todos.
Era la época
en que los militares de altos rangos retirados se caracterizaban y se
reconocían por usar una chacabana y un sombrero de alas anchas y se acunaban en
su hogar a costa de una pensión que apenas era suficiente para mitigar los recuerdos
de momentos difíciles vividos en los cuarteles, o en el caso de mi personaje,
los riesgos en las cabinas de los aviones, pues quizás lo que muchos desconocen
es que era piloto. Digo era, porque creo que jamás volvió a ponerle la mano al
timón de un avión.
Mi encuentro
con él se produjo cuando yo estaba impartiendo clases de Introducción al
Estudio del Derecho en la Universidad Iberoamericana (Unibe), en su primer
local donde se impartió docencia, que lo era la tercera planta del Hospital de
la Diabetes, en la Urbanización Los Ríos. Su Vicerrector Ejecutivo salió de su
despacho y fue a buscarme a la clase para presentarme a una persona, que por no
ser ya un muchacho quería darle la mayor de las atenciones, más cuando
estábamos en un proceso de reclutar estudiantes para la Universidad, y deseaba
que yo en mi calidad de Director de la Escuela de Derecho de la misma le
explicara a esa persona las ventajas que ofrecía nuestra escuela.
En el próximo
cuatrimestre ingresó a cursar sus estudios de Derecho. Era una promoción de
jóvenes, con excepción de él y de otro general también retirado. Ambos de
integraron a los jóvenes con entusiasmo, aunque en una ocasión el otro general me dijo que quería hablar un asunto conmigo y
me manifestó que por favor no le preguntara de la clase anterior (lo cual yo
hacía frecuentemente) delante de los muchachos porque ya estaba un poco mayor;
que si yo quería lo sometiera a cualquier prueba de estudio de manera separada.
Naturalmente, lo complací.
Cuando el Dr.
Balaguer retornó al poder en el año 1986 el otro general fue reincorporado y posteriormente llegó a ser Secretario de
Estado de las Fuerzas Armadas. Abandonó los estudios en la Unibe, aunque tiempo
después me encontré con él en su posición y me dijo que había terminado en otra universidad
sus estudios, graduándose de Derecho.
El personaje
de este relato fue un estudiante brillante, de una disciplina férrea, pero
sobre todas las cosas un buen compañero y se convirtió rápidamente en el consejero
de ese grupo de muchachos y muchachas con quienes compartía las aulas. En razón
de que por razones de edad se encontraba fuera de grupo, siempre me dirigí a él
y también sus compañeros anteponiéndose a su nombre el calificativo de “don”.
Se trataba de un perfecto caballero. Acostumbrado a la disciplina nunca “sacó
un chivo”, pero tampoco se fijaba del que estaba al lado y mucho menos
contestaba a las preguntas que en exámenes sus compañeros le hacían. Aunque me
consta que fuera de los exámenes fue un excelente colaborador y siempre
dispuesto en esclarecer conceptos e ideas a los que lo requerían.
Fue mi alumno
en el primer y en el último año. Se graduó de Doctor en Derecho dentro del
ciclo regular de la Universidad. Luego de su graduación con frecuencia me
llamaba para saber de mí y solía visitarme en mi oficina. Tiempo después pasó a
formar parte del grupo de docentes de esa misma universidad y posteriormente,
cuando yo había abandonado la dirección de la Escuela de Derecho, lo recomendé
para que ocupara esa posición, lo cual hizo de manera magistral, y todavía retumban
en sus paredes su autoridad y su buen trato. Conocedor de que yo había sido el
fundador de esa escuela siempre me mantuvo informado sobre su desarrollo y
nunca escogió a un profesor para la misma sin pedirme previamente opinión sobre
el aspirante.
Años después,
por esas cosas de la vida, cuando me correspondió ocupar la presidencia de la
Junta Central Electoral en el año 1997 lo llamé y previa consulta con mis
compañeros de esa institución lo designé mi asistente y desde esa posición se
ganó, una vez más, el aprecio de sus compañeros de trabajo, pero también de los
demás integrantes del organismo electoral.
Cundo me
ofrecieron la presidencia de la Suprema Corte de Justicia le pedí consejo en
cuanto a si debía mantenerme en la Junta o si debía aceptar la posición
ofrecida. Me hizo un análisis de las ventajas y desventajas que ofrecían ambas
posiciones. Confieso que su razonamiento, recomendaciones y análisis frío y
sereno fueron los que llevaron a tomar la decisión de aceptar la presidencia
del máximo tribunal judicial de la República. Siempre me dijo, “usted conoce a
los abogados, pero no conoce a los políticos”.
Cuando el 3 de
agosto de 1997 fui escogido por el Consejo Nacional de la Magistratura para
ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia le dije que si quería se
mantuviera en la posición que ocupaba en la Junta Central Electoral, incluso
los demás miembros de ella así se lo solicitaron. El se negó y me dijo: “yo
estoy aquí por usted. Si usted se va, yo me voy”. Le ofrecí que se fuera
conmigo a la Suprema Corte de Justicia, con la posición también de asistente.
Aceptó mi propuesta.
Abandonamos
juntos y al mismo tiempo la sede de la Junta Central Electoral y pocos días
después se incorporó al equipo de trabajo que comenzamos a integrar en la
Suprema Corte de Justicia. Se convirtió en mi mano derecha, ejecutando de
inmediato las medidas que entendíamos necesarias para transformar el Poder
Judicial. Desde la posición de asistente del Presidente compartía otras
funciones, principalmente las relativas a los recursos humanos, que en esa
época se denominaba como una herencia del sistema anterior, Sección de
Personal. Coordinamos juntos todo lo relativo a los procesos de nuevos equipos,
recursos humanos, remodelación de locales, concursos de jueces, y en fin todo
lo que fue una verdadera revolución a lo interno de ese poder del Estado.
La primera
medida de carácter administrativo que adoptamos fue eliminar la cantidad de
cocinas y vendedores ambulantes que no solamente se encontraban en los
alrededores del Palacio de Justicia, sino que con mucha frecuencia se expendían
a lo interno de los tribunales.
Todavía recuerdo
las discusiones que tuvimos porque posiblemente muchos de los lectores
desconozcan o hayan olvidado que en el antiguo local que ocupaba la Suprema
Corte de Justicia, tanto la parte
frontal, es decir el lado oeste del edificio, la segunda como la tercera planta
se encontraban ocupadas por divisiones de madera que se habían convertido en
oficinas para las actividades administrativas de la institución, pero obstruían
la visión hacia el exterior. Era un espectáculo deprimente. Él me decía, usted cree que eso sea una buena
idea, y se preguntaba qué donde íbamos a colocar el personal que ocupaba esos
lugares. Lo convencí de que era necesario, pues teníamos que rescatar la
dignidad de la Justicia, comenzando por su ambientación. Recuperamos los
espacios y restauramos el esplendor de los lobbies de esas dos plantas.
Iniciamos un
proceso de remodelación de las salas de audiencias que funcionaban y aún
funcionan en ese antiguo edificio, siendo la primera sala objeto de los cambios
la que para la época se denominaba Cámara Civil y Comercial de la Quinta
Circunscripción del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Nacional. La
dotamos de aire acondicionado y separamos a los empleados de la exposición del
público para que pudieran trabajar con mayor tranquilidad. Hasta ese momento el
más moderno sistema de climatización que existía en los tribunales consistía en
algunos abanicos de techos que se encontraban en otro tribunal.
Cuando entró
en vigencia la Ley de Carrera Judicial nuestro personaje, por sus méritos y
dedicación a la institución, fue designado por el Pleno de la Suprema Corte de
Justicia Director General de la Carrera Judicial, convirtiéndose en un
indiscutible motor de la reforma judicial en todos los órdenes. Era responsable
en razón de su jerarquía de los asuntos administrativos y de los asuntos
propios de la carrera judicial. En ese rol nos acompañó en el diseño de los manuales de procedimientos del
Poder Judicial, donde cabe destacar todo lo relativo a la adquisición de bienes
y servicios, con reglamentos muy estrictos. Nunca creímos que fuera procedente
la designación de un encargado de compras, pues la experiencia en el sector
público nos aconsejaba que esa práctica se prestaba a la corrupción. Todo se
hacía a través de una comisión integrada por personas de absoluta seriedad y
honestidad.
Su papel
durante toda la implementación del Código Procesal Penal; el proceso de
liquidación de los expedientes existentes durante la vigencia del Código de
Procedimiento Criminal; la puesta en funcionamiento de los tribunales
liquidadores; la creación de los Tribunales Colegiados de Primera Instancia; la
puesta en funcionamiento de las Oficinas de Servicios Judiciales de Atención
Permanente, así como del Modelo de Gestión del Despacho Judicial Penal, del
Sistema de Integridad Institucional fueron parte de su responsabilidad. Pero
también casi todo lo relativo a la implementación de la Ley núm. 108-05, sobre Registro
Inmobiliario, y otras ejecutorias.
En sus
funciones fue cumplidor sin contemplaciones. A través de la oficina de
Seguimiento de Casos, bajo su dependencia, y a quienes recurrían los ciudadanos
en procura de fallos de sus expedientes, exigía a los jueces que conocieran y
fallaran los asuntos de que se encontraban apoderados, pues esa era su
obligación primaria. No hay dudas de que esa actitud frente a los jueces le
valió mucha antipatía, lo mismo que el régimen de disciplina a que se
encontraban sometidos los servidores judiciales administrativos.
Su último
galardón en sus funciones públicas lo obtuvo cuando después de la vigencia de
la Ley Orgánica del Consejo del Poder Judicial se convocó a un concurso público
de oposición para la designación en virtud de dicha ley del Director General de
Administración y Carrera Judicial, y luego de una masiva participación de
concursantes fue escogido en el mes de octubre por el Consejo del Poder
Judicial en esa posición, la cual ocupó hasta el momento de su retiro. Le
correspondió el mérito de haber sido el primer Director General de la Carrera
Judicial en virtud de lo establecido en la Ley de Carrera Judicial y ser el
primer Director General de Administración y Carrera Judicial, de acuerdo con lo
dispuesto por la Ley Orgánica del Consejo del Poder Judicial.
Hoy,
nuevamente, como ocurrió en el año 1982, fue puesto en retiro, pero esta vez
por el Consejo del Poder Judicial, quien acogió una solicitud que en ese
sentido le hiciera. Con ese retiro el Poder Judicial pierde uno de sus más
emblemáticos servidores. Serio, honesto, capaz y leal. Pero sobre todas las
cosas comprometido con la institución a la cual le sirvió por más de 14 años.
¡Si en la administración pública hubiese más como él, la situación fuera
diferente!
Muy pocos son
los que desaprueban el desempeño de ese hombre singular. Solamente lo hacen,
como se afirma en una obra de Umberto Eco, aquellos que carecen de la grandeza de los villanos.
A quien me refiero en esta entrega es al Dr. Pablo Israel Garrido
Medina. Me refiero a Don Pablo.
Dr. Jorge A.
Subero Isa
A don Pablo le agradezco muchísimo haberme confiado mi primer trabajo formal... y la ocnfianza de esos primeros años, las veces que me recibió en su despacho y los consejos... y claro, sus chistes cómo olvidarlos!
ResponderEliminarIntegridad y honorabilidad. Don Pablo querido, me uno a este merecido escrito. Gracias Magistrado.... Honrar honra....
ResponderEliminarMe honra la dicha de haber sido el ultimo asistente de Don Pablo y de participar de varios de los procesos descritos por usted en su articulo...Saludos Magistrado y gracias por hacer dibujar una sonrisa en mi rostro recordando a Don Pablo
ResponderEliminarCarlos Iglesias
Dios siga ayudando a Don Pablo en todos sus caminos. Exelente persona, profecional y caballero.
ResponderEliminarde personalidad ferrea y recto, pero siempre dispuesto a escuchar, lo cual entiendo es su mejor caracteristica, una pena que no pudiesemos manifestarle este parecer en persona.
ResponderEliminarHay personas en la vida que marcan y seguirán marcando un hito en las instituciones y en las personas, Don Pablo ha sido y será una de esas. Sintiéndonos orgullosos de conocerlo y apreciar sus valores..
ResponderEliminarLas opiniones favorables sobre mi post relativo a la persona de don Pablo Garrido Medina constituyen el mejor estímulo para que los ciudadanos imitemos sus condiciones humanas y profesionales. Agradezco a todos los que se han adherido a mis comentarios.
ResponderEliminarLa grandeza de estas palabras solo se puede equiparar a la media de a quien estan dirigidas, un hombre muy cercano a mis afectos, a quien le debo muchas cosas. De El aprendi mucho mas que catedras y nuestras interminables conversaciones marcaron para siempre mi vida. Mi querido Don Pablo, mi respeto y admiracion a sus pies.
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