domingo, 24 de febrero de 2013

UN CRESPÓN COLOCADO EN LA TOGA DE LA JUSTICIA IBEROAMERICANA


La muerte de Luis Paulino Mora Mora

Reunión del Consejo Judicial Centroamericano- Panamá- 2 Sept 2011
Como él no ocupaba todavía la presidencia de la Corte Suprema de Justicia no asistió a las Cumbres Judiciales que se celebraron en Caracas, Venezuela, en los años 1998 y 1999, ambas celebradas durante la gestión como presidenta de la magistrada Cecilia Sosa, siendo presidente de la República en la primera ocasión Rafael Caldera y en la segunda Hugo Chávez, por lo tanto en esa ocasión no fue cuando nos conocimos. 

Pero en el mismo año 1999 cuando ya había sido designado en la posición que ocupara durante catorce años, en un vuelo desde Los Ángeles, Estados Unidos de América, a Taipéi, China y a más de 35 mil pies de alturas el juez presidente de la Suprema Corte de Justicia de la República Oriental de Uruguay, Raúl Alonso de Marco, me lo presentó. Ese viaje se originó por una invitación especial del gobierno de ese país a presidentes de cortes supremas de justicia de algunos países del área de América Latina con los cuales existían relaciones diplomáticas, aprovechando una gran conferencia mundial de magistrados que se estaba celebrando en Taipei, para conocer el sistema judicial de ese país asiático.

Recuerdo perfectamente que entre los invitados de nuestro continente se encontraban Raúl Alonso de Marco y esposa, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la República Oriental de Uruguay; Arturo Hoyos y su esposa, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Panamá; Oscar Armando Ávila Banegas y su esposa, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Honduras; Luis Paulino Mora Mora y esposa, presidente de la Corte Suprema de Corte de Justicia de Costa Rica, y mi esposa Francia y yo. En Taipéi se inició entre todos una gran amistad y espíritu de compañerismo y cooperación que solamente desapareció en la medida en que físicamente iban despareciendo. Primero se nos fue Oscar Ávila, quien falleció trágicamente en un accidente de helicóptero, cuando todavía ocupaba la presidencia de la Corte; luego partió Raúl Alonso, unos años después, y ahora se nos va Luis Paulino, único de aquellos presidentes que todavía ocupaba la posición con la cual representó a su país en el año 1999, pues yo había abandonado la posición el 28 de diciembre del año 2011, luego de haber permanecido en ella desde el 3 de agosto de 1997.

De esos  cinco presidentes de cortes que estuvimos en Taipei en el año 1999 fue con Luis Paulino con quien más vínculos sostuve, no solamente por los largos años que ambos estuvimos ocupando las presidencias de los respetivos tribunales, sino porque existía una comunidad de ideas, intereses y compromiso y un ideal compartido de justicia para nuestros países. 

Ese viaje a Taiwán y la forma como nos conocimos Luis Paulino lo comentaba al prologar en el año 2006 mi libro La Nueva Terminología Procesal Penal Dominicana, prólogo que me pidió que lo dejara escribir porque quería aprovechar para hacer algunas consideraciones sobre la reforma procesal penal en América Latina.

Al prologar la referida obra dijo en uno de sus párrafos: “En segundo lugar, y esto de alguna manera resulta de mayor importancia para mí, como jurista extranjero, la obra resulta valiosa pues refleja el esfuerzo por contribuir de una manera concreta y efectiva al necesario cambio de paradigma con el que los órganos judiciales iberoamericanos se han comprometido en los últimos años, en apego a un renovado espíritu democrático en la región. Me refiero en particular a la visión que asume el rescate y protección de la dignidad de la persona como el eje fundamental de la democracia como sistema político, ello en seguimiento de los pasos que se han dado en la historia, desde el Bill of Rights norteamericano y la Declaración de Derechos y Deberes del Hombre, a la Carta de Naciones Unidas, y que testimonia las aspiraciones históricas de la humanidad en pro de la dignidad  y libertad del ser humano”.

Su obra y pensamiento jurídico se encuentra diseminado por todo el territorio iberoamericano. Fue un visionario del Derecho, innovador, emprendedor, pero sobre todas las cosas comprometido con la independencia de los poderes judiciales. Sentía gran preocupación por la opinión que sus conciudadanos tenían de la administración de justicia, lo que lo llevó a tener un programa de radio del Poder Judicial, en el cual intercambiaba con los ciudadanos sobre sus inquietudes. Tuve la fortuna de participar en ese programa, donde en vivo se respondía las interrogantes de los oyentes. 

Su preocupación por los derechos humanos fue un tema recurrente en él, y no había un cónclave internacional en que su figura no fuera de suma importancia por sus valiosos aportes, y siempre dispuesto a poner al servicio de los demás poderes judiciales su propia experiencia, así como la de su país. No fue mezquino en ofrecer y dar a los demás sus conocimientos.

Tengo aún muy fresca en mi memoria el intercambio que sostuvimos a consecuencia de los problemas surgidos con el magistrado Cruz Castro. Los reproduzco para conocimiento.

“Mi hermano Luis Paulino:

He visto en la prensa de tu país tus valientes declaraciones en torno a la destitución del magistrado Cruz Castro. Realmente reflejan la realidad que estamos viviendo nuestros países. Cuando los políticos no dejan espacios para dirimir con éxitos los conflictos sociales, solamente los tribunales pueden resolverlos.

Me identifico plenamente con lo expresado por ti. Desde hace un par de años he venido pregonando que en la justicia de nuestros pueblos se está produciendo un proceso de involución.
Espero que te encuentres bien de salud junto a la querida Nora y a hijos y nietos.

Francia y yo tenemos deseos de verlos pronto y compartir. Abrazos.

JASI”


A este correo él me escribió lo siguiente:


“Hola Jorge: 

Dichosamente salimos bien librados de la difícil situación por la que pasamos.

La clase política en todos los países se resiste a que sus acciones sean juzgadas por los poderes judiciales independientes.

Dichosamente sí me encuentro muy bien de salud y ya plenamente recuperado de la operación.

Nosotros también tenemos muchas ganas de verles, siempre nos hacen mucha falta en las reuniones en que participamos.

Un fuerte abrazo para vos, Francia y el resto de la familia.

Luis P. Mora Mora. Alajuela, Costa Rica”.



Le contesté, lo siguiente:


“¡Hola mi hermano!

¡Que bueno que hayan salido bien! Estuve muy preocupado por tu salud, pues sé que esos problemas inciden sobre uno. Besos y abrazos a Nora. Francia les envía saludos.

JASI”.

Junto a Federico Hernández Denton, Presidente del Tribunal Supremo de Puerto Rico, formamos los tres un triángulo de amigos que teníamos un propósito común: contribuir con la independencia de los poderes judiciales de nuestros países.

El magistrado Mora Mora nos deja un gran vacío para todos. No sólo Costa Rica pierde un gran juez, un gran hombre, un gran ciudadano, pero sobre todas las cosas  pierde un gran padre y esposo.  

Estuvo ligado al Poder Judicial dominicano,  como él mismo reconoce en el precitado prólogo cuando nos dice: “El destino me ha permitido visitar muchas veces República Dominicana, desde 1991 cuando lo hice por primera vez, siendo Presidente de la Corte el Dr. Néstor Contín Aybar; he tenido amistad con don Manuel Bergés Chupani quien fuera también Presidente de la Corte dominicana después y antes de don Néstor, y me tocó en suerte tener como alumnos a varios estudiantes dominicanos en el post grado de la Universidad de Costa Rica, ello me ha permitido conocer de alguna manera la justicia dominicana, conocer algunos de sus problemas y ofrecer propuestas para su solución; por ello sumé esfuerzos a los de Jorge para que el movimiento iniciado por él para mejorar esa justicia pudiera encontrar los alientos necesarios para hacerla más confiable, más accesible, más comprensible, efectivamente garantista de los derechos  del ciudadano, en fin más democrática”.

Durante todo el tiempo que permanecí al frente del Poder Judicial dominicano nos ofreció todo su apoyo tanto para la implementación de la carrera judicial, como de la defensa pública y su pasión por la tecnología aplicada a la administración de justicia nos fue transmitida hasta el punto de que nuestro Poder Judicial podía competir en esa materia con los más avanzados del continente, a través de las ferias de tecnologías que celebrábamos conjuntamente con las cumbres judiciales.

No quiero terminar sin manifestar con dejo de tristeza que me dejó solo en una tarea que habíamos proyectado para cuando él dejara la presidencia de la Corte, que era una oficina internacional de consultoría. Su muerte frustró ese propósito. Pero peor  aún, hoy me encuentro sin la presencia de un entrañable y querido amigo, y hermano.

La toga judicial de Iberoamérica se ha teñido con un negro más intenso que el tradicional. Ella se encuentra enlutecida por la muerte de uno de sus más sobresalientes portadores, quien lo hizo con dignidad, integridad y probidad sin par. Intransigente con los principios y con la independencia de los jueces.

Iberoamérica pierde uno de sus más consagrados juristas. Nora, su eterna compañera, sabrá encontrar consolación recordando las buenas obras que él sembró, y cobijarse en la sombra que proyecta ese gran árbol de la dignidad que fue su marido.


¡Hoy la toga de la justicia tiene un color más negro que nunca! ¡Nuestros corazones están de luto!

jueves, 7 de febrero de 2013

HISTORIA DEL HIMNO DEL PODER JUDICIAL DOMINICANO

En el año el año 1998 participé en la Primera Cumbre de Presidentes del Cortes y Tribunales Supremos de Justicia de Iberoamérica, celebrada en la ciudad de Caracas, Venezuela, la cual fue inaugurada por la presidenta de esa Corte, la magistrada Cecilia Sosa y con la presencia del presidente de la República, Rafael Caldera, cuya apertura se llevó a cabo con la interpretación del himno nacional de Venezuela, a cargo del Poder Judicial de ese país.
Meses después de regresar al país le participo al Dr. Ricardo Gómez, quien ocupaba la posición de Encargado de Inspectoría Judicial, la idea de crear en nuestro país un coro a lo interno del Poder Judicial, llevándome la sorpresa de que él era integrante del Coro de la Catedral de Santo Domingo, con lo que inmediatamente se entusiasmó con la idea. Le encargué que hiciera los contactos de lugar y comenzó de inmediato los trabajos de reclutamiento para la agrupación. Poco tiempo después me dijo que debíamos comenzar con la designación de un director, recomendándome a un joven guitarrista clásico llamado Rafael Scarfullery Sosa, con quien luego de entrevistarme me manifestó su interés en el proyecto. Ya con todos los cabos atados presenté la propuesta al pleno de la Suprema Corte de Justicia y se dispuso la creación del Coro del Poder Judicial y la designación de Rafael Scarfullery y del propio Dr. Gómez, Director Administrativo. Oficialmente el Coro del Poder Judicial Dominicano fue fundado el 12 de mayo de 1999.
Inmediatamente comenzaron las audiciones, y luego de completado el número requerido se hicieron múltiples ensayos, presionados por la promesa que me hicieran que para el segundo año de la instalación de la Suprema Corte de Justicia, designada el 3 de agosto de 1997 esa masa coral haría su presentación al público. Efectivamente, el 3 de agosto de 1999 hizo su debut en el Auditorio de la Casa San Pablo el Coro del Poder Judicial Dominicano.
Desde sus inicios ese coro se constituyó en un verdadero acontecimiento cultural para nuestro país. Pero yo sentía que todavía al ese poder del Estado le faltaba algo. Ya antes habíamos adoptado una Bandera del Poder Judicial, cuyo diseño estuvo a cargo del magistrado Julio Genaro Campillo Pérez, y enarbolada por primera vez el 23 de febrero de 1998, pero sentía que nos faltaba algo más. De ahí es que presenté una propuesta al Pleno de la corte para que se llamara a un concurso público para escoger las letras y música del Himno del Poder Judicial Dominicano, para lo cual se designó un jurado integrado por reputados músicos de nuestro país, como Aída Bonnelly, Luis Frías Sandoval, François Bahuaud, Almanzor González Canahuate, Aura Marina del Rosario Ceballos. Luego de una ardua y desinteresada labor ese jurado escogió como ganador la composición presentada por Rafael Scarfullery Sosa.
El jurado designado decidió dar a conocer al ganador del concurso para escoger el Himno del Poder Judicial Dominicano, para lo cual se celebró un acto, con la presencia del todos los jueces de la Suprema Corte de Justicia, llevado a cabo en el lobby de la segunda planta de la sede anterior, en fecha 4 de septiembre de 2001. Hoy quiero dar a conocer a mis seguidores las palabras que pronunciara en esa ocasión, que son las siguientes.
La primera vez que se interpretó en público el Himno del Poder Judicial lo hizo el Coro del Poder Judicial, bajo la dirección de su director y del autor de sus letras y arreglo musical del maestro Rafael Solano, el 7 de diciembre de 2001, conjuntamente con un escogido repertorio de canciones dominicanas, en un concierto denominado “Voces de la Justicia”, actividad que se efectuó en el Auditorio de la Casa San Pablo.
Todo himno encierra un homenaje, una declaración y un compromiso. Porque un himno siempre está destinado a enaltecer y destacar los valores de un grupo humano, de una sociedad, o de un quehacer que se considera fundamental para la vida de los que escogen la música y la letra como una vía de honrar aquello en lo que creen. Desde los tiempos más antiguos, los himnos fueron el canto a los dioses, la alabanza que buscaba la bendición del poder que manejaba la naturaleza.
Los sumerios, tres milenios antes de Cristo, entonaron ya su canto para conmemorar las cosechas que le ofrecía la diosa de la agricultura que habitaba los espacios de los ríos Tigris y Eufrates, en las tierras que luego fueron ocupadas por asirios y babilonios. Himno y poesía se mezclaban, la música se enlazaba con la palabra para hacer más beneficioso el aporte de las divinidades, y los himnos fueron, además de cánticos, oraciones.
Llamados que enaltecían la memoria de los pueblos, y que ponían a los mismos frente a sus deberes y tradiciones. Así, se recuerda que en las guerras del período bélico de la Grecia antigua, Tirteo, marchaba frente a las tropas espartanas animando con su canto a los guerreros.
El hombre canta a sus dioses, a sus gentes, a su propia historia, porque todo canto es la resultante de un saber que quiere perpetuarse en homenaje, y es la voz humana - porque sin voces los himnos están mudos o lo serían – la que hace posible que el himno alcance el corazón de la gente.
Tales razones se apuntan en los heróicos cantos guerreros de todas las épocas, en las improntas dejadas por la leyenda de todos los tiempos, en donde la voz, como instrumento perfecto, se anuda con la palabra para lograr los efectos que conducen al orgullo de ver lo cantado como una forma elevada de la misma cultura.
Los himnos han sido, en la historia antigua y reciente, fuente de animación y cantos a la gloria de los pueblos y de las instituciones. El himno es la poesía de lo que debe permanecer por encima de tiempos y momentos pasajeros. Fama tienen la Marsellesa de Francia, bajo cuyo rubro el país que inauguró con hechos y con cambios sociales preclaros, proclamó y llevó a cabo la primera revolución orientada a consolidar los derechos del hombre, y fama posee aquel himno casi nacional de los italianos tomado del Tabuco, de Giusseppe Verdi, que se canta como una respuesta a lo que fuera una sociedad en crisis. El Va Pensiero sale de una ópera y se torna himno, como la danza La Borinqueña, himno nacional de Puerto Rico, nace del venero de la música popular; se diría lo mismo del Himno Nacional de los Estados Unidos de América, canción religiosa, himno religioso de estirpe protestante, que representa parte de la historia democrática del hermano país.
Un himno, es por tanto, más que un homenaje, también una expresión de identidad. Se canta porque el corazón pide el canto. José Reyes y Emilio Prud’homme así lo sintieron cuando luego de casi un siglo compusieron el que fuera nuestro definitivo Himno Nacional; himno y nación, himnos y pueblos se entrelazan durante siglos desde que el hombre transformó la palabra hablada en tonada, desde que aprendió a decir musicalmente lo que el idioma, la lengua, aún fuera digna y fina, no podía decir sin acompañamiento de la melodía que el alma exige para que lo dicho llegue más profundamente al alma.
La Suprema Corte de Justicia ha considerado, bajo estos parámetros, que le hacía falta un himno, una canción casi de compromiso que perennizara la verdad de la justicia, la perenne y ecuánime condición de la misma como balanza de la conducta humana. Por tales razones, hoy, y en estos momentos nos sentimos sumamente complacidos con los resultados de este concurso que no supone uno de los actos más bellos que hemos organizado, sino el que más, un acto dedicado a honrar la profesión de todos cuantos consideramos que hacer justicia tiene dejos de gracia divina; si es que somos honestos y pensamos que se nos ha puesto en las manos una pequeña parte de la acción con la que la eternidad un día juzgará a los que vivimos en este mundo pasajero, del cual, como jueces y creyentes de la ley, deberemos llevarnos la satisfacción de haber cumplido un deber de honda humanidad.
Con la decisión del jurado tenemos un ganador, al que felicitamos. Más de treinta concursantes enviaron sus obras a este certamen. Distinguidos maestros de la música nacional como doña Aida Bonelly, consagrada pianista, escritora y creadora; don Luis Frías Sandoval, uno de los grandes creadores de coros en nuestro país; don Françoise Bauhad, de larga trayectoria magisterial en el arte de la música; el profesor Almanzor González Canahuate, jurista y músico sinfónico destacado, y doña Aura Marina del Rosario Ceballos, profesora de generaciones, compositora y destacada personalidad de nuestro acervo musical. Distinguidos maestros, repito, colaboraron como jurados de alta calidad para la selección de la pieza ganadora.
Con este acto la Suprema Corte de Justicia, sus miembros y la Judicatura Nacional en pleno, celebran un jubiloso acontecimiento.
Cantemos, porque el canto nos llena de esperanza, porque cantar es un don que el hombre ha inventado y plasmado en voz y pentagrama para que la música y la palabra naveguen siempre juntas cuando de amor, solidaridad y respeto al deber se trata.

Gracias.
Jorge A. Subero Isa