domingo, 25 de marzo de 2012

¿ES USTED UN BUEN CIUDADANO?


-Criterios para autoevaluarse-

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“Los que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”. 
(Frederich Hayek)

Un país con buenos ciudadanos constituye un anhelo para gobernantes y gobernados, pues los niveles de conflictividad de la sociedad que forma parte de ese país serían menores y en consecuencia las relaciones entre sus miembros serían mejores.
El problema a dilucidar pudiera ser cuáles serían los criterios que debemos de tomar en consideración para determinar que una persona es un buen ciudadano, pues por más leyes y manuales cívicos que existan reglamentando el comportamiento de las conductas humanas en una comunidad, el accionar en la práctica difiere mucho de las normas establecidas.
Sin embargo, encontré algunos criterios en forma de cuestionario sobre el comportamiento cívico, que aunque concebidos para establecer la diferencia entre libertad y libertinaje, a mi entender aplican para determinar mediante un procedimiento de autoevaluación acerca del buen ciudadano.
Esos criterios fueron elaborados por el sacerdote de la Congregación de los Scarboro, Harvey Steele, mejor conocido como el Padre Pablo Steele, nacido en Sidney, Nueva Escocia, Canadá, en mayo de 1911. Recibió educación en las Universidades de San Francisco Javier y Toronto, así como en el Seminario de San Agustín. Ordenado sacerdote en el año 1936. Fue el iniciador, conjuntamente con el Dr. Tompkins, de las primeras cooperativas de viviendas en Canadá, en el año 1937. Fue misionero en China durante los años 1938 a 1945, llegando a la República Dominicana en el año 1946, donde fundó el movimiento cooperativista. Vivió en nuestro país hasta 1959, cuando Trujillo lo obligó a retirarse del país. Se reconoce que es el fundador en el país del movimiento cooperativista.
En la Introducción a la primera edición, en junio de 1972, de su libro “¿Quiénes son los Dueños de América Latina?”, el Padre Pablo Steele nos dice lo siguiente: “Es peligroso hacer profecías, sin embargo es fatal y poco honrado no mirar hacia el futuro. El pasado, y especialmente el presente, nos ayudan a “ver” el futuro. El pasado y el presente de América Latina me preocupa en gran manera. La pobreza, frustración y violencia aumentan casi por todos lados. El pueblo rechaza un capitalismo que no ha podido satisfacer sus aspiraciones como tampoco cumplir con sus propias promesas”.
Los criterios de autoevaluación del ciudadano a que se refiere el referido sacerdote y que fueron expuestos en la obra anteriormente mencionada, constituyen un verdadero decálogo del comportamiento de un buen ciudadano, y son los siguientes:

1.-¿Pasaría Ud. una luz roja con premeditación, si no hubiera más tráfico en las inmediaciones?
2.-¿Haría Ud. un verdadero esfuerzo para encontrar al dueño de una suma importante de dinero que encontró en la calle?
3.-¿Cuándo hay personas en fila para conseguir boletos para subir a un autobús, espera Ud. siempre su turno?
4.-¿Ha vendido Ud. alguna vez su voto por un soborno?
5.-¿Procura Ud. evitar el pago de sus impuestos?
6.-¿Arriesgaría Ud. la pérdida de su propio empleo al defender a un compañero inocente de una acusación que le hace el jefe?
7.-¿Haría Ud. por su propia cuenta la reparación de un hueco peligroso en la calle o la carretera enfrente de su casa para evitar un accidente a un extraño que podría pasar por allí?
8.-¿Generalmente procura Ud. complacer a otros, aún cuando signifique mentirles?
9.-¿Está Ud. aumentando la población de niños sin padre en su país?
10.-¿Paga Ud. sus deudas?
Dice el Padre Pablo Steele que toda persona que dé cinco o más respuestas equivocadas merece ser gobernada por un dictador, porque no toma en serio sus obligaciones como ciudadano responsable. Que una sociedad compuesta de personas así, sería desordenada y no honrada. Sus alternativas serían la dictadura o el caos.
Hoy es un buen día para que todos nos autoevaluemos sobre la base de los criterios precedentemente expuestos. Si es de su preferencia agréguele otros y divúlguelos. ¿Cuántas personas que usted conoce se encuentran en condiciones de superar  esa evaluación? ¡Ojalá fueran muchas!

domingo, 18 de marzo de 2012

LA FAMILIA: DERECHOS Y DEBERES

¡Familia que ora unida, permanece unida!
Imagen Wiikimedia Commons


Tal como había anunciado en un post anterior a propósito de la responsabilidad de la educación en nuestro país, hoy me refiero al tema relativo a la familia, uno de los tópicos más abordados por la literatura y por los estudiosos de las ciencias sociales. Todos coinciden en que ella es el eje central de nuestra sociedad y que todos debemos fortalecerla.


La versión más aceptada es que el término familia se deriva del latín “famulus”, que significa sirviente o esclavo.


Los conflictos que alteraron la paz entre las personas se iniciaron desde los orígenes de la humanidad. Bastó con que Dios le creara una compañera a Adán para que por el simple hecho de la convivencia se produjeran entre ellos conflictos. Las prohibiciones establecidas por el Señor, quizás como una muestra de probar hasta dónde el ser humano sería capaz de acogerse a las normas por él establecidas, constituyó el primer gran reto. El comer del árbol prohibido fue la primera transgresión y la que produjo el primer conflicto, pues esto condujo a que Dios interviniera no como un ente de mediación, sino sancionador. En lo adelante, y más a partir del nacimiento de Caín y Abel, las relaciones se fueron haciendo más complejas y con ellas aumentaban los conflictos que de una manera u otra alteraban la paz de la familia.

El célebre Friedrich Engels, dijo en 1892, en el Prefacio a la cuarta edición de su obra el Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado, publicada en 1884, lo siguiente: “El estudio de la historia de la familia comienza en 1861, con el "Derecho materno" de Bachofen. El autor formula allí las siguientes tesis: 1) primitivamente los seres humanos vivieron en promiscuidad sexual, a la que Bachofen da, impropiamente, el nombre de heterismo; 2) tales relaciones excluyen toda posibilidad de establecer con certeza la paternidad, por lo que la filiación sólo podía contarse por línea femenina, según el derecho materno; esto se dio entre todos los pueblos antiguos; 3) a consecuencia de este hecho, las mujeres, como madres, como únicos progenitores conocidos de la joven generación, gozaban de un gran aprecio y respeto, que llegaba, según Bachofen, hasta el dominio femenino absoluto (ginecocracia); 4) el paso a la monogamia, en la que la mujer pertenece a un solo hombre, encerraba la transgresión de una antiquísima ley religiosa (es decir, el derecho inmemorial que los demás hombres tenían sobre aquella mujer), transgresión que debía ser castigada o cuya tolerancia se resarcía con la posesión de la mujer por otros durante determinado período”.


José Antonio Pagola, en su obra Jesús, Aproximación Histórica, nos dice sobre la familia en tiempo de Jesús que en Nazaret la familia lo era todo: lugar de nacimiento, escuela de vida y garantía de trabajo. Fuera de la familia, el individuo quedaba sin protección ni seguridad. Sólo en la familia encuentra su verdadera identidad.


Dice Albert Hourani que entre los pueblos árabes de la antigüedad los nómadas, aunque constituían una minoría de la población, montados en camellos, un grupo móvil y armado, eran los que, unidos a los grupos de mercaderes de los pueblos, dominaban a los cultivadores y los artesanos. Su ética que premiaba el valor, la hospitalidad, la fidelidad a la familia y el orgullo de los ancestros también era la que prevalecía. No estaban sometidos a un poder de coerción estable, pero sí a la jefatura de los hombres que pertenecían a las familias alrededor de las cuales se reunían, durante un cierto tiempo, los grupos de adeptos, quienes expresaban su cohesión y su fidelidad en el idioma del linaje común; tales grupos recibían generalmente la denominación de tribus.

En el pasado el mayor foco de alteración de la paz de la familia fueron las guerras. La conquista de los países y el afán de obtener mayor extensión territorial fue un factor decisivo para las ocurrencias de las grandes guerras; se peleaba por la tierra, unas veces para satisfacer el ego personal de algún monarca, emperador, rey o sultán o como se llamare, y otras veces por razones religiosas, económicas y hasta para la venta de armamentos.

En la actualidad cuando prácticamente han terminado las grandes guerras, la humanidad pensó que por fin llegaría la paz al seno de la familia. Pero aún hoy día, la familia no alcanza la paz, porque tenemos otra guerra: la intolerancia y el irrespeto hacia la persona humana  que se han convertido en la principal fuente de conflictos y alteración de la paz familiar.

No basta con tratar de eliminar los conflictos para de esa manera eliminar los atentados a la paz familiar, pues la convivencia social produce necesariamente tensiones que entre los miembros de la comunidad producen conflictos, lo que debemos es promover una cultura de paz entre los miembros de la comunidad.


Hoy se considera que la pobreza y la exclusión social si bien están afectadas por la globalización, también se encuentran influidas por las transformaciones que se producen en las estructuras de las familias. El vínculo familiar, que anteriormente consistía en un apoyo social y en ocasiones en soporte económico, hoy se ha resquebrajado considerablemente.

Hay que tomar en cuenta el auge de la familia no convencional. Mujeres solas con hijos; descuidos de los padres en la educación de los hijos; mala calidad de la educación pública; hogares que pueden ser alojamientos, pero jamás hogares en el buen sentido de la palabra, que en vez de ser puntos de encuentros son puntos de desencuentros; compañeros o compañeras sentimentales que no asumen una responsabilidad de hogar común; adolescentes embarazadas; cerebros de jóvenes marcados por el uso de substancias perjudiciales a su salud mental y física. Realmente, nuestros patrones de conducta han cambiado.

La familia, no obstante el resquebrajamiento que ha sufrido en los últimos años, se mantiene como el núcleo principal de nuestra sociedad.

La Constitución de la República dispone que la familia es el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla.

De su parte el Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de los Niños, Niñas y Adolescentes (Ley 136-03) establece que la familia es el grupo integrado por a) el padre y la madre, los hijos (as) biológicos (as) adoptados (as) o de crianza, frutos de un matrimonio o de una unión consensual; b) el padre o la madre y sus hijos e hijas; c) los cónyuges sin hijos e hijas; d) los descendientes, ascendientes hasta el cuarto grado de consanguinidad (padres, hermanos y hermanas, abuelos, tíos, primos).

La Carta Magna dominicana proclamada el 26 de enero de 2010 consagra lo que a mi modo de ver son los seis derechos directamente ligados a la familia, que son 1) toda persona tiene derecho a constituir una familia, en cuya formación y desarrollo la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y deberes y se deben comprensión mutua y respeto recíproco; 2) El Estado garantizará la protección de la familia. El bien de familia es inalienable e inembargable, de conformidad con la ley; 3) El Estado promoverá y protegerá la organización de la familia sobre la base de la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer. La ley establecerá los requisitos para contraerlo, las formalidades para su celebración, sus efectos personales y patrimoniales, las causas de separación o de disolución, el régimen de bienes y los derechos y deberes entre los cónyuges; 4) Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos que establezca la ley, sin perjuicio de lo dispuesto en los tratados internacionales; 5) La unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus relaciones personales y patrimoniales, de conformidad con la ley; 6) La maternidad, sea cual fuere la condición social o el estado civil de la mujer, gozará de la protección de los poderes públicos y genera derecho a la asistencia oficial en caso de desamparo.

Es importante destacar que en nuestra legislación el eje central de la familia se encuentra en la unión entre un hombre y una mujer, ya se trate del concepto constitucional o de la ley sustantiva, de donde se infiere que en la República Dominicana no hay posibilidad legal de que se produzca un matrimonio entre personas pertenecientes al mismo sexo.

Como integrantes de una familia que en conjunto conforman la sociedad tenemos muchos derechos, pero también tenemos muchos deberes que cumplir. El día que todos ejerzamos nuestros derechos y cumplamos con nuestros deberes, tendremos un mejor país.

¡Fortaleciendo hoy la familia tendremos mañana un mejor país!

miércoles, 7 de marzo de 2012

LA MUJER ES LA CULPABLE DE TODO

 -A todas las mujeres del mundo, especialmente a las dominicanas-

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“Es evidente que el hombre puede llegar a ser plenamente hombre sólo si reconoce a la mujer en paridad de rango y de valor y si se deja inspirar por ella. Esto se hace realidad sólo cuando él integra en sí a la mujer, cuando él entra en contacto con su “anima”, tal como Jung designaba la parte femenina del alma masculina”

(Padre Anselm Grüm)


Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer, pero esa sola proclamación no ha contribuido a mejorar las condiciones en que la mujer desarrolla sus actividades en sociedades donde predomina la cultura del machismo, el que no solamente es aprendida, sino además enseñada en nuestros hogares.

Estaba cavilando sobre el tema que debería escoger para este día tan especial, no por el día en sí, sino por el ser a quien está dedicado: la mujer. Mucho se ha escrito sobre ella; muchas tintas derramadas, como lágrimas han brotado de sus ojos, unas veces por la pena del hijo u otro ser querido y otras veces por el maltrato de uno o del otro. Pero sobre todas las cosas por el maltrato de una sociedad que se muestra indolente hacia su dolor.

Me encontraba en ese proceso de cavilación cuando Dios me iluminó y me condujo a mi estantería de libros de lectura no usual, y como si buscara en el “Cementerio de los libros olvidados” a que hace referencia Carlos Ruiz Zafón en tres de sus magníficas novelas, algunas de las cuales en alguna ocasión será objeto de mis comentarios, encontré uno que por la tarjeta de envío me lo regaló en las Navidades de 2008 mi apreciada ex alumna y actual directora de la Oficina Nacional de la Defensa Pública, la Dra. Laura Hernández Román. Allí estaba esperándome, pasivamente, para facilitarme posiblemente una tercera o cuarta lectura de sus páginas rayadas y subrayadas, como ha sido mi manía desde los lejanos años de mi adolescencia. En el contenido de Luchar y Amar, cuyo autor es el monje benedictino, Padre  Anselm Grüm, encontré la manera de recordar que hoy en ocasión del Día Internacional de la Mujer ella necesita mejor trato y mejores condiciones de vida y oportunidades.

Lo que pretendo es tomar algunas consideraciones contenidas en la referida obra para tratar los puntos que nos interesan, pero siempre bajo el entendido de que todos los conceptos, consideraciones y opiniones son de su autor, salvo donde yo proceda a realizar la digresión correspondiente.

De la costilla de Adán, Dios crea a una mujer y de ella dice Adán “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Es llamada mujer porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro. No tienen que esconderse el uno del otro, y no necesitan llevar a cabo juegos de poder, o imponerse sobre el otro o inculpar al otro. Pero esa situación de armonía no dura demasiado. Todo comienza a tornarse diferente cuando la serpiente insta a Eva a comer de los frutos que Dios les había prohibido. Eva lo tomó y comió y dio también de comer a su marido, quien lo aceptó. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que estaban desnudos y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.

Adán y Eva oyeron el ruido de los pasos de Dios que se paseaba por entre los árboles del jardín y ambos se ocultaron de la vista del Señor. Entonces Dios pregunta a Adán “¿Dónde estás?” y éste responde: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. Adán tiene miedo de presentarse ante Dios tal como es. Se esconde de Dios, porque a los hombres les cuesta soportar la propia verdad y mostrársela a Dios. Prefieren esconderse detrás de su fachada. La pregunta que de Dios es hoy más actual que nunca. Cada hombre debería dejarse interpelar por Dios: ¿Dónde estás? ¿Estás plenamente contigo mismo? Eres realmente tú mismo? ¿Dónde estás con tus pensamientos? ¿Puedes soportarte tal como eres? Sólo el que se hace esas preguntas puede llegar a ser hombre. Sólo cuando me atreva a permanecer en pie con mi desnudez, a aceptarme tal como soy –desgarrado, fuerte y débil, pasional y a la vez cobarde y esquivo-, sólo entonces maduraré en cuanto hombre.

Cuando Dios pregunta a Adán si ha comido del árbol prohibido, este echa la culpa a Eva: “La mujer que me diste como compañera me dio del árbol y comí” (Gén 3,12). También esta particularidad es característica de muchos hombres. No admiten la propia culpabilidad y la arrojan sobre los demás. Adán echa la culpa en última instancia al mismo Dios, pues él ha sido quien le ha dado a su mujer. De su parte Adán no puede hacer nada. Se niega a asumir cualquier responsabilidad respecto a su acción. El hombre suspira por la mujer. Pero evidentemente lleva también dentro de sí una parte que siente temor ante ella. Por eso le echa la culpa cuando algo no sale bien. El hombre siente atracción por la mujer. Es una sola cosa con ella cuando con ella se hace una sola carne. Pero experimenta a la vez una ruptura interior en su relación con ella, y esta ruptura le lleva a acusar a la mujer.

Según el Padre Grüm en esa breve narración resuena ya la larga historia de la lucha de sexos, que recorre los siglos. Fascinación y acusación se entrecruzan; luchas de poder, heridas y miedos impregnan la relación entre hombre y mujer.

En la solapa derecha de la edición del referido libro que poseo se lee un pensamiento del mismo monje benedictino que dice así: “No se trata de que tú lo hagas todo perfecto, sino de que te atrevas a vivir la vida. No escondas tus errores, sino aprende de ellos. Si luchas, una y otra vez quedarás herido. No hagas caso omiso de tus heridas. Forman parte de tu camino. Ellas te capacitan precisamente para amar, pues no hay ningún amor sin heridas. Entra en contacto con tu fuerza masculina, con tu agresividad, con tu sexualidad, con tu disciplina, pero también con tus pasiones. Ellas te preservarán de una vida aburrida. Lucha contra todo lo que te estorba en la vida. Lucha por los hombres y por su vida. Entrégate con todo lo que tienes a tu disposición. Encontrarás entonces gusto a tu masculinidad”.

Hoy, Día Internacional de la Mujer, no basta que nuestra Constitución establezca que la mujer y el hombre son iguales ante la ley; que se prohíbe cualquier acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos fundamentes de mujeres y hombres, y que se promoverán las medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualdades y la discriminación de género; que el Estado tenga la obligación de promover y garantizar la participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas a los cargos de elección popular para las instancias de dirección y decisión en el ámbito público, en la administración de justicia y en los organismos de control del Estado; que se condene la violencia intrafamiliar y de género en cualquiera de sus formas y que prevea garantizar mediante ley la adopción de medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer; que la maternidad, sin importar la condición social o estado civil de la mujer, gozará de la protección de los poderes públicos y genere derecho a la asistencia oficial en caso de desamparo.

Además de esas previsiones constitucionales se requiere que las mismas se conviertan en realidad. Que las mujeres sean realmente colocadas en un plano de igualdad con respecto a los hombres. Pero sobre todas las cosas que las mujeres aprendan a ejercer los derechos que nuestra Constitución y leyes adjetivas consagran a su favor. Si no adquieren conciencia de la importancia de ese ejercicio de nada sirven las normas legales, pues una cosa son las previsiones legales y otra es su ejercicio. Pudiera ocurrir lo que sucedió en aquella ciudad donde se produjo la gran cantidad de votos en blanco, a consecuencia de lo cual se decretó el estado de emergencia, pero pasó desapercibido por sus habitantes pues no estaban acostumbrados a ejercer los derechos que en su favor consagraban las leyes.

Considero que por más disposiciones legales que existan a favor de la mujer sus derechos jamás podrán ser protegidos efectivamente sin el concurso de la conciencia de los hombres en la sociedad en lo que concierne al respeto hacia ellas. Ya está bueno de que los hombres encubramos nuestra propia irresponsabilidad atribuyéndole toda la culpa a la mujer: si las violan es porque promovieron el morbo; si las maltratan es porque no respetaban al marido o compañero; si pasan hambre es porque no trabajan; si no estudian es porque no quieren; si los hijos son malcriados la culpa es de ellas.

Finalmente,  llamo la atención sobre un maltrato silente, pero con voz estruendosa, que se produce contra la mujer y que muchas veces ella misma se convierte en coautora o en cómplice. Me refiero al contenido de las letras de las canciones que ofenden la dignidad de la mujer. Su mejor rechazo es no escuchándolas. Hoy es un buen día para empezar.

¡Seamos hombres! ¡Respetemos a la mujer! ¡Felicidades en tu día! ¡Sin ti no habría Patria!


Dr.  Jorge A. Subero Isa

domingo, 4 de marzo de 2012


imagen de google

UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN LLAMADO DON PABLO

Nunca es tarde para comenzar (dicho popular)


Mientras muchos pensaban que había terminado él estaba comenzando. En esa etapa de su vida lo conocí a principios de la década de 1980, luego de haber sido puesto en retiro como general de la Fuerza Aérea Dominicana, con apenas 40 años de edad, donde llegó a ocupar la posición de Jefe del Estado Mayor y haber presidido una prestigiosa entidad encargada de organizar torneos de baloncesto. Gozó de un gran prestigio primero entre sus compañeros de armas, y luego entre los amantes del baloncesto. Respetado y querido por todos.

Era la época en que los militares de altos rangos retirados se caracterizaban y se reconocían por usar una chacabana y un sombrero de alas anchas y se acunaban en su hogar a costa de una pensión que apenas era suficiente para mitigar los recuerdos de momentos difíciles vividos en los cuarteles, o en el caso de mi personaje, los riesgos en las cabinas de los aviones, pues quizás lo que muchos desconocen es que era piloto. Digo era, porque creo que jamás volvió a ponerle la mano al timón de un avión.

Mi encuentro con él se produjo cuando yo estaba impartiendo clases de Introducción al Estudio del Derecho en la Universidad Iberoamericana (Unibe), en su primer local donde se impartió docencia, que lo era la tercera planta del Hospital de la Diabetes, en la Urbanización Los Ríos. Su Vicerrector Ejecutivo salió de su despacho y fue a buscarme a la clase para presentarme a una persona, que por no ser ya un muchacho quería darle la mayor de las atenciones, más cuando estábamos en un proceso de reclutar estudiantes para la Universidad, y deseaba que yo en mi calidad de Director de la Escuela de Derecho de la misma le explicara a esa persona las ventajas que ofrecía nuestra escuela.

En el próximo cuatrimestre ingresó a cursar sus estudios de Derecho. Era una promoción de jóvenes, con excepción de él y de otro general también retirado. Ambos de integraron a los jóvenes con entusiasmo, aunque en una ocasión el otro general  me dijo que quería hablar un asunto conmigo y me manifestó que por favor no le preguntara de la clase anterior (lo cual yo hacía frecuentemente) delante de los muchachos porque ya estaba un poco mayor; que si yo quería lo sometiera a cualquier prueba de estudio de manera separada. Naturalmente, lo complací.

Cuando el Dr. Balaguer retornó al poder en el año 1986 el otro  general  fue reincorporado  y posteriormente llegó a ser Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas. Abandonó los estudios en la Unibe, aunque tiempo después me encontré con él en su posición y me  dijo que había terminado en otra universidad sus estudios, graduándose de Derecho.

El personaje de este relato fue un estudiante brillante, de una disciplina férrea, pero sobre todas las cosas un buen compañero y se convirtió rápidamente en el consejero de ese grupo de muchachos y muchachas con quienes compartía las aulas. En razón de que por razones de edad se encontraba fuera de grupo, siempre me dirigí a él y también sus compañeros anteponiéndose a su nombre el calificativo de “don”. Se trataba de un perfecto caballero. Acostumbrado a la disciplina nunca “sacó un chivo”, pero tampoco se fijaba del que estaba al lado y mucho menos contestaba a las preguntas que en exámenes sus compañeros le hacían. Aunque me consta que fuera de los exámenes fue un excelente colaborador y siempre dispuesto en esclarecer conceptos e ideas a los que lo requerían.

Fue mi alumno en el primer y en el último año. Se graduó de Doctor en Derecho dentro del ciclo regular de la Universidad. Luego de su graduación con frecuencia me llamaba para saber de mí y solía visitarme en mi oficina. Tiempo después pasó a formar parte del grupo de docentes de esa misma universidad y posteriormente, cuando yo había abandonado la dirección de la Escuela de Derecho, lo recomendé para que ocupara esa posición, lo cual hizo de manera magistral, y todavía retumban en sus paredes su autoridad y su buen trato. Conocedor de que yo había sido el fundador de esa escuela siempre me mantuvo informado sobre su desarrollo y nunca escogió a un profesor para la misma sin pedirme previamente opinión sobre el aspirante.

Años después, por esas cosas de la vida, cuando me correspondió ocupar la presidencia de la Junta Central Electoral en el año 1997 lo llamé y previa consulta con mis compañeros de esa institución lo designé mi asistente y desde esa posición se ganó, una vez más, el aprecio de sus compañeros de trabajo, pero también de los demás integrantes del organismo electoral.

Cundo me ofrecieron la presidencia de la Suprema Corte de Justicia le pedí consejo en cuanto a si debía mantenerme en la Junta o si debía aceptar la posición ofrecida. Me hizo un análisis de las ventajas y desventajas que ofrecían ambas posiciones. Confieso que su razonamiento, recomendaciones y análisis frío y sereno fueron los que llevaron a tomar la decisión de aceptar la presidencia del máximo tribunal judicial de la República. Siempre me dijo, “usted conoce a los abogados, pero no conoce a los políticos”.

Cuando el 3 de agosto de 1997 fui escogido por el Consejo Nacional de la Magistratura para ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia le dije que si quería se mantuviera en la posición que ocupaba en la Junta Central Electoral, incluso los demás miembros de ella así se lo solicitaron. El se negó y me dijo: “yo estoy aquí por usted. Si usted se va, yo me voy”. Le ofrecí que se fuera conmigo a la Suprema Corte de Justicia, con la posición también de asistente. Aceptó mi propuesta.

Abandonamos juntos y al mismo tiempo la sede de la Junta Central Electoral y pocos días después se incorporó al equipo de trabajo que comenzamos a integrar en la Suprema Corte de Justicia. Se convirtió en mi mano derecha, ejecutando de inmediato las medidas que entendíamos necesarias para transformar el Poder Judicial. Desde la posición de asistente del Presidente compartía otras funciones, principalmente las relativas a los recursos humanos, que en esa época se denominaba como una herencia del sistema anterior, Sección de Personal. Coordinamos juntos todo lo relativo a los procesos de nuevos equipos, recursos humanos, remodelación de locales, concursos de jueces, y en fin todo lo que fue una verdadera revolución a lo interno de ese poder del Estado.

La primera medida de carácter administrativo que adoptamos fue eliminar la cantidad de cocinas y vendedores ambulantes que no solamente se encontraban en los alrededores del Palacio de Justicia, sino que con mucha frecuencia se expendían a lo interno de los tribunales.

Todavía recuerdo las discusiones que tuvimos porque posiblemente muchos de los lectores desconozcan o hayan olvidado que en el antiguo local que ocupaba la Suprema Corte de Justicia, tanto la  parte frontal, es decir el lado oeste del edificio, la segunda como la tercera planta se encontraban ocupadas por divisiones de madera que se habían convertido en oficinas para las actividades administrativas de la institución, pero obstruían la visión hacia el exterior. Era un espectáculo deprimente.  Él me decía, usted cree que eso sea una buena idea, y se preguntaba qué donde íbamos a colocar el personal que ocupaba esos lugares. Lo convencí de que era necesario, pues teníamos que rescatar la dignidad de la Justicia, comenzando por su ambientación. Recuperamos los espacios y restauramos el esplendor de los lobbies de esas dos plantas.

Iniciamos un proceso de remodelación de las salas de audiencias que funcionaban y aún funcionan en ese antiguo edificio, siendo la primera sala objeto de los cambios la que para la época se denominaba Cámara Civil y Comercial de la Quinta Circunscripción del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Nacional. La dotamos de aire acondicionado y separamos a los empleados de la exposición del público para que pudieran trabajar con mayor tranquilidad. Hasta ese momento el más moderno sistema de climatización que existía en los tribunales consistía en algunos abanicos de techos que se encontraban en otro tribunal.

Cuando entró en vigencia la Ley de Carrera Judicial nuestro personaje, por sus méritos y dedicación a la institución, fue designado por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia Director General de la Carrera Judicial, convirtiéndose en un indiscutible motor de la reforma judicial en todos los órdenes. Era responsable en razón de su jerarquía de los asuntos administrativos y de los asuntos propios de la carrera judicial. En ese rol nos acompañó en el  diseño de los manuales de procedimientos del Poder Judicial, donde cabe destacar todo lo relativo a la adquisición de bienes y servicios, con reglamentos muy estrictos. Nunca creímos que fuera procedente la designación de un encargado de compras, pues la experiencia en el sector público nos aconsejaba que esa práctica se prestaba a la corrupción. Todo se hacía a través de una comisión integrada por personas de absoluta seriedad y honestidad.

Su papel durante toda la implementación del Código Procesal Penal; el proceso de liquidación de los expedientes existentes durante la vigencia del Código de Procedimiento Criminal; la puesta en funcionamiento de los tribunales liquidadores; la creación de los Tribunales Colegiados de Primera Instancia; la puesta en funcionamiento de las Oficinas de Servicios Judiciales de Atención Permanente, así como del Modelo de Gestión del Despacho Judicial Penal, del Sistema de Integridad Institucional fueron parte de su responsabilidad. Pero también casi todo lo relativo a la implementación de la Ley núm. 108-05, sobre Registro Inmobiliario, y otras ejecutorias.

En sus funciones fue cumplidor sin contemplaciones. A través de la oficina de Seguimiento de Casos, bajo su dependencia, y a quienes recurrían los ciudadanos en procura de fallos de sus expedientes, exigía a los jueces que conocieran y fallaran los asuntos de que se encontraban apoderados, pues esa era su obligación primaria. No hay dudas de que esa actitud frente a los jueces le valió mucha antipatía, lo mismo que el régimen de disciplina a que se encontraban sometidos los servidores judiciales administrativos.

Su último galardón en sus funciones públicas lo obtuvo cuando después de la vigencia de la Ley Orgánica del Consejo del Poder Judicial se convocó a un concurso público de oposición para la designación en virtud de dicha ley del Director General de Administración y Carrera Judicial, y luego de una masiva participación de concursantes fue escogido en el mes de octubre por el Consejo del Poder Judicial en esa posición, la cual ocupó hasta el momento de su retiro. Le correspondió el mérito de haber sido el primer Director General de la Carrera Judicial en virtud de lo establecido en la Ley de Carrera Judicial y ser el primer Director General de Administración y Carrera Judicial, de acuerdo con lo dispuesto por la Ley Orgánica del Consejo del Poder Judicial.

Hoy, nuevamente, como ocurrió en el año 1982, fue puesto en retiro, pero esta vez por el Consejo del Poder Judicial, quien acogió una solicitud que en ese sentido le hiciera. Con ese retiro el Poder Judicial pierde uno de sus más emblemáticos servidores. Serio, honesto, capaz y leal. Pero sobre todas las cosas comprometido con la institución a la cual le sirvió por más de 14 años. ¡Si en la administración pública hubiese más como él, la situación fuera diferente!

Muy pocos son los que desaprueban el desempeño de ese hombre singular. Solamente lo hacen, como se afirma en una obra de Umberto Eco, aquellos que carecen de la grandeza de los villanos.
A quien me refiero en esta entrega es al Dr. Pablo Israel Garrido Medina. Me refiero a Don Pablo.

Dr. Jorge A. Subero Isa